Noviembre 12, 2018

¿Cómo es posible que funcione tan rápido la mente de los intérpretes simultáneos?

¿Cómo es posible que funcione tan rápido la mente de los intérpretes simultáneos?

Ángela Collados Aís, Universidad de Granada

No es a través de una máquina, ni tampoco es magia. Las palabras que van entrando por nuestros auriculares en una determinada lengua, de forma casi paralela a las que salen en otra lengua, las emite un ser humano, un intérprete simultáneo.

Quizá precisamente por eso, por el enorme esfuerzo cognitivo que se le reconoce a la interpretación simultánea, esta sea una técnica conocida, que llama la atención y despierta admiración. Contribuye a eso tanto la infraestructura técnica, la cabina donde se encuentra el intérprete con sus auriculares, como su realización: la casi simultaneidad de las producciones orales del orador y del intérprete.

También es la más cotizada por los entornos multilingües donde realiza el intérprete su trabajo, tanto organizaciones internacionales (la Unión Europea, por ejemplo, es el mayor empleador de intérpretes) como el mercado libre, sobre todo en congresos y conferencias. De ahí su otra denominación, interpretación de conferencias, que hace referencia a la modalidad y que incluye también otra técnica de interpretación, la interpretación consecutiva, donde el intérprete comienza después de que el orador haya terminado un fragmento de su discurso.

¿Qué hace una buena interpretación simultánea?

Presuponiendo que las condiciones técnicas sean las adecuadas, son varios los factores que influyen en la calidad de una interpretación. El intérprete debe tener en cuenta al orador, a su discurso, y, aunque parezca una obviedad, también a los que le escuchan.

El discurso es clave, porque es lo que se tiene que trasladar a la otra lengua casi simultáneamente, convirtiéndolo en uno nuevo que respete la información contenida en el original, en sentido amplio. Y esta transformación se debe producir solo con un ligerísimo desfase, que es el que le permite al intérprete ordenar las ideas y aplicar determinadas estrategias, algunas comunes a todas las combinaciones lingüísticas, otras más específicas que varían de unas a otras, como la anticipación.

Pero es importante no olvidar que hablar de palabras es una simplificación. El discurso no se compone solo de palabras, también contiene elementos que lo matizan en un sentido u otro: la entonación, el acento, etc. En definitiva, toda la comunicación no verbal que se encuentra en el discurso y que el orador incorpora.

La interpretación simultánea no es otra cosa que una forma especial de comunicación, por eso el intérprete sabe también que no está solo ante un discurso y un orador, sino también ante los receptores. Así, el texto del discurso podría respetar lo que se dice en palabras, pero tal vez la propia voz del intérprete fuese tan “aburrida” o su acento fuese tan marcado que los receptores no accediesen a la información verbal contenida en el discurso, incluso que se cansasen de escuchar y retiraran sus auriculares, de forma que la interpretación acabase siendo absolutamente fallida.

Pero para que todo esto funcione, tampoco debemos olvidar que el orador, el otro polo de la comunicación, debe ser consciente de que es interpretado, tanto antes como durante su intervención, para hacer posible el trabajo del intérprete y una comunicación adecuada. El intérprete, como vimos al principio, no es un autómata por cuya cabeza entran palabras en una lengua y salen palabras en otra.

En el centro de la imagen, con auriculares, Karl Brandt, criminal de guerra nazi y médico personal de Hitler, durante los juicios de Núremberg (20 de agosto de 1947).
Wikimedia Commons

Historia

La interpretación simultánea es la técnica más joven de la interpretación. Surgió a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, su “puesta de largo” fue durante los procesos de Nürenberg, aunque ya antes había habido intentos técnicos para hacerla posible.

Rápidamente se extendió, mejorando el necesario equipamiento técnico, dado el ahorro de tiempo que suponía frente a la interpretación consecutiva, que había sido la estrella hasta entonces, sobre todo en el periodo entre las guerras mundiales. Baste pensar un encuentro donde estén presentes varias lenguas y la agilidad y el ahorro de tiempo que ofrece la interpretación simultánea.

¿Qué destrezas se necesitan para ser un buen intérprete simultáneo?

La propia pregunta ya implica abandonar la idea, más frecuente de lo deseable, de que el dominio de las lenguas sería por sí suficiente. Este dominio de las lenguas, que se presupone, no garantiza ni siquiera la aptitud para la formación como intérprete.

Es imprescindible que el intérprete posea una gran rapidez de reacción, una gran resistencia frente al estrés, un alto grado de curiosidad, entre otros. Es necesario que disponga de una cultura casi enciclopédica que le permita hacer frente a los múltiples retos que le puede plantear el discurso que tiene que interpretar. Porque un intérprete puede estar un día interpretando sobre neurocirugía y al día siguiente sobre energías renovables.

Sin embargo, en general, hay bastante desconocimiento sobre esta profesión. No es infrecuente, por ejemplo, encontrarnos con denominaciones como la de traducción simultánea, equiparando así la traducción y la interpretación, actividades que, aun teniendo muchas cosas en común, son muy diferentes.

No es extraño entonces que, a pesar del enorme impacto de la interpretación simultánea, de su alta especialización y del empuje de las asociaciones de intérpretes, tanto internacionales como nacionales, aun hoy en día no reciba el reconocimiento legal que le correspondería y, por tanto, soporte un alto grado de intrusismo. Baste con ver determinadas convocatorias públicas de intérpretes a las que normalmente se puede acceder desde cualquier titulación o incluso solo desde la formación secundaria.The Conversation

Ángela Collados Aís, Catedrática de Interpretación, Universidad de Granada

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

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