Cuando pensamos en propaganda yihadista nos viene a la cabeza la imagen de un hombre con un pañuelo en la cabeza con la cara cubierta vertiendo odio y amenazas contra la cultura occidental. Pero el yihadismo ha evolucionado en su forma de extender sus discursos del odio: ahora está presente en las redes sociales de una manera más sibilina, discreta y menos evidente. Solo así los vídeos que promueven el yihadismo pueden permanecer más tiempo disponibles para los usuarios al sortear las políticas de restricción de contenidos violentos.
Una investigación que hemos llevado a cabo en la Universidad Camilo José Cela, publicada en la revista científica Estudios del Mensaje Periodístico, desvela la existencia de vídeos en YouTube que enmascaran contenidos violentos yihadistas a través de la simbología. Los investigadores analizan un vídeo documental titulada Heirs of Glory difundido en YouTube, producido por la organización yihadista Jabhat al Nusrah y que permaneció al menos 7 meses subido a la red social.
De los 43 minutos de duración de la grabación, el 74 % de las escenas hace uso de símbolos como mecanismo de proyección de la actividad intrínsecamente violenta en su doble función de mimetismo y enmascaramiento ideológico.
Estos elementos simbólicos pueden ser animales, banderas, eventos significativos, líderes islamistas, lugares sagrados, mujeres y niños, naturaleza y paisajes u objetos que, en su interpretación religiosa, promueven el encubrimiento de la doctrina extremista.
Los más presentes son la representación de eventos significativos contemporáneos (29 %) como los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la presencia de líderes islamistas (26 %) y la aparición de lugares sagrados como la mezquita de Al-Aqsa (19 %).
Otra investigación recién publicada por los mismos investigadores en la revista académica Doxa Comunicación analiza esta misma estrategia de rebajar la violencia explícita, pero en los versos de las composiciones musicales yihadistas para facilitar su expansión a través de redes sociales.
La música como transmisora de odio
Los cánticos islámicos (nasheeds) edulcoran sus mensajes violentos, aunque estas composiciones musicales también son un mecanismo de comunicación del discurso del odio. Por ejemplo, los autores demuestran que en un vídeo musical de 91 segundos, el 65 % de los versos son identificados como violentos y que el 55 % de ellos amparan el martirio por la fe en forma de inmolación, utilizando elementos simbólicos que dificultan la restricción de contenidos por parte de las redes.
El simbolismo musical en esos versos gira en torno a tres referencias: el combate, la sangre y la muerte. Por ejemplo, el simbolismo de ciertas palabras permite rebajar el nivel de violencia sin evitarla con expresiones como “¡Oh Gran Siria! ¡Tierra donde se juntan el Credo y el rocío!”. Pero “el rocío” no está incluido en esta frase de manera inocente: tiene una función apocalíptica, ya que en los escritos siempre se anticipa a la llegada del Dajjal (demonio o anticristo).
Las alusiones al martirio religioso también son frecuentes en estas composiciones, con una clara apología del asesinato cuando se mencionan frases como: “Llenan la faz de la tierra de sudarios” (que forman parte del rito funerario islámico).
¿Quién difunde estos mensajes?
Sorprendentemente, la estrategia de difusión de estos mensajes audiovisuales y musicales que promueven el yihadismo no responde a algo medido y dirigido. El movimiento yihadista ha modificado su mecánica global de expansión ideológica aprovechándose del anonimato de las redes sociales a través de una estrategia de difusión individual e improvisada.
Por tanto, nos enfrentamos a lobos solitarios en internet cuya misión es propagar contenidos yihadistas que deben durar el máximo tiempo posible antes de ser retirados. A esta conclusión llegan los autores de otra investigación publicada en la Revista Latina de Comunicación Social después de analizar 234 vídeos yihadistas extraídos de las búsquedas con más visualizaciones en YouTube España.
En este contexto se hace aún más complicado establecer un control en redes sociales para frenar la difusión de mensajes de odio contra la cultura occidental. Difícilmente un algoritmo puede eliminar un vídeo que solo tiene simbología yihadista sin violencia explícita. A esto se suma que en la red social X han otorgado casi una libertad absoluta a la publicación de contenidos, aunque con un control marcado por los usuarios a través de sus “notas de comunidad”.
Por su parte, Meta (Instagram, WhatsApp y Facebook) ha decidido copiar esta estrategia de la red social de Elon Musk y prescindir de las empresas periodísticas de verificación. ¿Estamos preparados en la sociedad para que los usuarios identifiquen estos mensajes del terror ocultos en las redes? Cada vez será más difícil determinar lo que es verdad, mentira o lo que vaya contra la seguridad de nuestra sociedad.
Jorge Gallardo-Camacho, Director del Grado en Comunicación Audiovisual y Nuevos Medios, Universidad Camilo José Cela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.