Las personas emocionalmente inestables visitan más al médico y sufren más alzhéimer
Personalidad y salud cerebral están estrechamente relacionadas. Concretamente, las personas a las que más les cuesta afrontar las situaciones complicadas de la vida hacen más uso de los servicios sanitarios.
Que seamos más o menos extrovertidos, abiertos a nuevas experiencias o emocionalmente estables no solo influye en nuestro comportamiento. Los rasgos de personalidad afectan a nuestra salud, ya sea porque nos incitan a adoptar ciertas conductas de riesgo o porque nos causan, sin darnos cuenta, desgaste fisiológico.
Es lo que les ocurre a las personas con altos niveles de neuroticismo, es decir, que tienden a afrontar situaciones cotidianas con emociones negativas que aumentan sus niveles de estrés, ansiedad y depresión.
El neuroticismo y el alzhéimer dañan el cerebro
Niveles elevados –y sostenidos en el tiempo– de neuroticismo pueden acabar provocando daño cerebral en estructuras como el lóbulo temporal medial y el hipocampo, relacionadas con la memoria. Y a largo plazo, esos daños aumentan la probabilidad de sufrir diferentes tipos de demencia y alzhéimer.
Adicionalmente, las personas con altos niveles de neuroticismo tienden a usar más los servicios de salud, en parte debido a que sus niveles de preocupación son más altos y en parte porque tienden a asumir más conductas de riesgo (tabaquismo, alcoholismo…).
Por otro lado, desde hace algún tiempo sabemos que la enfermedad de Alzheimer aumenta el riesgo de ser hospitalizado –y por períodos más largos de tiempo–.
Pero, pese a tener constancia de que tanto la demencia como el neuroticismo, por separado, aumentan el uso de servicios de salud, se ha estudiado poco qué ocurre cuando ambas condiciones se dan juntas. O lo que es lo mismo, qué pasa cuando personas con altos niveles de neuroticismo sufren demencias. ¿Cómo afecta esto al uso de servicios médicos? ¿Influyen el sexo, la nacionalidad, el nivel socioeconómico y el nivel educativo en estos casos?
Con un equipo que lideré durante mi estancia en el Trinity College de Dublin, analizamos una amplia muestra de 76 718 personas de 27 países europeos, a los que se sumó Israel, obtenida de la Encuesta sobre Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE, por sus siglas en inglés). El estudio se ha publicado en Journal of Alzheimer´s Disease.
Los resultados del estudio pusieron de manifiesto que conforme sube el nivel de neuroticismo crece el uso de servicios de salud en aproximadamente un 12,05 % por cada incremento de nivel. Y padecer demencia lo incrementa en promedio en un 53,67 %.
Lo llamativo fue detectar que, entre personas en las que se daban ambas condiciones –padecer demencia y un nivel alto de neuroticismo–, el uso de los servicios de salud se reducía en aproximadamente un 4,7%. El papel de contención de las personas cuidadoras en el cuidado de las personas con demencias podría estar detrás de esta reducción de usos de servicios de salud, pero habría que evaluarlo expresamente, cosa que con los datos de SHARE no es posible.
Esta asociación comprobada entre neuroticismo y demencia puede permitir un diagnóstico más temprano de casos. Pero también diseñar redes de apoyo emocional para las personas con neuroticismo y las personas cuidadoras que las descarguen de presiones emocionales adicionales.
Las mujeres y las personas poco formadas van más al hospital
Nuestro estudio también indicaba que, en general, los servicios de salud son más usados por las mujeres, aumentando cuanto más años acumulan a sus espaldas. Por el contrario, se utilizan menos a medida que el nivel socioeconómico y socioeducativo ascienden. ¿Por qué? Probablemente porque individuos con niveles más altos de educación tienen la capacidad de preservar un mejor funcionamiento cognitivo antes de mostrar signos clínicos de declive.
El nivel formativo más bajo se asocia a peores indicadores de salud, en parte vinculado con peores condiciones de vida, pero también porque suele ir asociado a hábitos o estilos de vida perniciosos para la salud relacionados con la mala alimentación, el sedentarismo y las conductas de riesgo (tabaco, drogas, alcohol).
De ahí se deduce que políticas de mejoras educativas –y específicamente de prevención de la salud– pueden ofrecer una vía relativamente sencilla de cambiar esta tendencia, además de reducir costes para los servicios de salud, liberando recursos para otras prestaciones.
Abrirse a nuevas experiencias reduce el riesgo de demencia
Igual que es conocido que el neuroticismo incrementa los riestos de salud, se ha comprobado que hay rasgos que reducen el declive cognitivo al envejecer. Concretamente altos niveles en el factor de personalidad de apertura a la experiencia –que se define por la apertura a nuevas ideas, creatividad e imaginación– y en el factor minuciosidad/conciencia –característico de personas ordenadas, responsables, organizadas–.
Por lo tanto, hacer énfasis en cuidar la salud mental puede resultar una estrategia beneficiosa desde el punto de vista psicológico-emocional, pero también fisiológico. Además de que beneficia al sistema de salud al reducir su uso y los gastos sanitarios.
Manuel Ruiz-Adame Reina, Profesor de Economía – Dpto Economía Aplicada. Actualmente: Visiting Research Fellow en Trinity College Dublin, Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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