La ciudad donde nunca tienes el control
Por Omar G. Villegas | Crónicas clasemedieras |
En las metrópolis desparramadas de hoy en cualquier momento, todos los días, algo sale de nuestras manos. O mejor dicho, aprendemos que en ningún momento uno tiene el control de nada. En ningún lado, pero muchísimo menos en urbes como la Ciudad de México.
En la capital mexicana puedes planear tu día a la perfección. Establecer un itinerario preciso con horas, actividades y reacciones para innumerables imprevistos. Mas siempre habrá algo que salga de tus manos. Puede que sea a tu favor, puede que sea para convertir todo en un desastre. La Ciudad de México es muy dada a echarse, ciega y convencida, al desastre.
En la capital mexicana salir cinco minutos más tarde puede volverse una hora más de camino, una lluvia inesperada traducirse en dos horas más de regreso a casa, un retraso en el transporte público (que ya son regla más que excepción) provoca filas interminables y gente dispuesta a todo agolpada en estaciones, un incidente de tránsito ocasiona un caos vial inenarrable, una junta o actividad a una hora pico te expone a una travesía diga de un videojuego de sobrevivencia.
El colmo de una ciudad como la de México es que la mera posibilidad de todas estas contingencias y muchas otras, imaginables e inimaginables, detona más estrés que el hecho mismo. Vivir a expensas, propenso, vulnerable al caos nos convierte en citadinos neuróticos y expectantes listos para la odisea más tremebunda, aferrados a la esperanza de que nada ocurra, preparados para la resignación más forzada, críticos de la pérdida de tiempo absurda.
Es posible que aquello de vivir el presente sea una buena idea. Disfrutar cuando todo fluye en calma y apechugar, ni modo, cuando todo se vuelva un revoltijo. Mejor andar sin hacerse expectativas. Pero eso, creo, es poco viable cuando se tiene tanto que perder, tanto que afrontar, tanto que pagar y que una pequeña previsión puede ayudarte a hacer más llevadero el azar. Quizá.
El asunto es que yo muchas veces me he descubierto absurdamente estresado más que por un hecho concreto por las amplias, constantes y rotundas posibilidades de caos en la Ciudad de México. Tan es así que cuando algo ocurre ya estoy sumamente desgastado y sólo me puedo aferrar a una suerte de estoicismo sin sentido y frustrante para aguantar las adversidades.
Hasta ahora la única solución certera que he encontrado es, eventualmente, la huida de la Ciudad de México. Porque, creo, no hay actitud que aguante una constante barahúnda de unos 20 millones de personas. O quizá sí y sólo exagero. O tal vez sólo no me he organizado adecuadamente. Es posible que, como dicen, todo me lo instigue a mí mismo.
También me pregunto si esta neurosis puede ser extirpada de nosotros después de pasar tanto tiempo sometidos a ella. ¿No será que se vuelve nuestra marca, nuestra adicción, parte de nuestro actuar? ¿La llevaremos a donde vayamos sin importar de que se trate el sitio más tranquilo del mundo? Este es un tema en el que caigo varias veces al día cuando un anuncio o hecho inesperado rompe mi itinerario milimétricamente diseñado para sortear a como dé lugar ese caos que en la Ciudad de México siempre, siempre, siempre nos alcanza. ¿Qué hacer?
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Ciudad de México / Shutterstock
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