Crónicas clasemedieras: Miradas
Por Omar G. Villegas |
Hay una mirada que todos hemos recibido o dado aunque no nos hayamos dado cuenta. No es una mirada amorosa ni propiamente de odio. Digamos que es neutra, de mero reconocimiento, pero es muy fácil que se vaya al “lado oscuro de la fuerza”. No importa donde estés, esa mirada es recurrente. Es, por decirlo de alguna manera, un gesto universal.
La mirada de la que estoy hablando es aquella que alguien da cuando busca un taxi desde hace un rato y todos los que pasan están ocupados. Después de confirmar que el taxi al que le hizo la parada va ocupado, voltea a ver quién es aquel que va en el auto. Aquel que le ganó.
También es habitual que cuando notamos esa mirada la responsamos con otra hacia aquel que nos ve y es inevitable sentirnos reconfortados de que nosotros conseguimos subir a uno que nos lleve a casa, al trabajo, al aeropuerto, a una cita de trabajo, a un encuentro con un ligue.
Como decía, esa mirada suele ser neutra. Salvo que se trate de uno de esos días complicados en que llueve a mares y todo el transporte público y avenida citadina están llenos. Cuando tienes prisa y pareciera que todo se ha confabulado para provocar que no logres llegar a tiempo. Cuando decidiste que prefieres tomar taxi para ir cómodo, pero es como si todos hubiesen tomado la misma determinación y no hayan alcanzado los taxis aun cuando en otros días pasan y pasan vacíos por donde andas.
Esa mirada puede ir acompañada de alguno que otro pensamiento, sobre todo cuando se trata de una situación límite. Pueden ir desde desear que desaparezca aquel que nos ganó el taxi o, quizá si el caso no es tan terrible, pensar que bien podríamos compartirlo. Claro, entre cada pensamiento o mirada uno dedica una que otra infamia al día o a la ciudad. Pero sin mayor significado. Es una mera reacción. Los espíritus más centrados esperan y aceptan la situación.
Y es que eventualmente uno se mueve. Decide caminar, cambiar de ubicación o logra tomar un taxi y entonces se siente satisfecho. Claro, a menos de que el inefable taxista sea tan cruel (y pasa a menudo) como para decir que no va en la dirección que le indicas o que ya no le da tiempo de hacer ese trayecto o que no tiene cambio u otra de las más increíbles excusas que utilizan para aprovechar la situación desesperada y cobrar más por el menor esfuerzo.
Pero bueno, lo que sigue a esa mirada, aun cuando se trate de una pesadilla o un milagro suele tener el mismo desenlace: logras llegar a tu destino. Así que quizá lo mejor sea hacerla consciente y acompañarla de una sonrisa apenas dibujada, un buen pensamiento o en todo caso algo de resignación.
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Miradas / Shutterstock
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