Crónicas clasemedieras: La hora de la comida
Por Omar G. Villegas |
Una de las encrucijadas cotidianas, sobre todo en días laborables en los que estás haciendo tus actividades, se desata cuando te preguntas para ti mismo o entre tus compañeros más próximos en la oficina: ¿Qué vamos a comer?
Empieza entonces toda una evaluación, muchas veces pormenorizada, de qué sería lo más adecuado, de qué tienes antojo, cuánto tiempo tienes, cuánto dinero suena en tus bolsillos. En fin. Las preguntas son múltiples, pero la respuesta es una y usualmente determinada por lo más “bueno, bonito y barato”. Lo más accesible.
Yo, por ejemplo, que trato de evitar la comida chatarra, me enfrento entonces a que las opciones disminuyen y las que quedan en ocasiones pasan del presupuesto del día. Pero uno se va adaptando. Hasta hace un tiempo, por ejemplo, no me gustaba la opción del comedor de la empresa porque si no me caí mal lo que servían, me gustaba solamente la mitad.
Optaba por opciones baratas fuera y, más tarde, traía comida a la oficina. Sin embargo, fueron siendo cada vez más complicadas. Sobre todo la última porque requiere destinar tiempos en las noches y en las mañana a organizar todo el menú. Y si uno se debate en qué comer cuando está ya bien despierto y enfilado en el día, ahora imagínense al despertar cuando la imaginación nos da sólo para sugerir un menú cuya única alternativa es un café humeante.
Así que después de diversos malabares y años ahora suelo ir al comedor. He preferido adaptarme a lo que haya. Comer lo que me pueda gustar y no caer en la tentación de postres o comidas muy grasosas o llenas de carbs. Y ha sido posible. Por no decir lo práctico que resulta el que te sirvan y, luego, dejes los platos sucios en el servicio de lavaplatos. Eso le aporta una practicidad irresistible.
Claro. Hay ocasiones en las que se antoja algo tan específico como una quesadilla o una pizza. Un pequeño “día libre”. Una licencia. Hay quienes tienen más voluntad para hacerlo. Yo termino optando por lo práctico así que bajo al comedor y ahí elijo lo que sea más cercano al antojo del día. Y si no, me invento uno de entre lo que veo.
Pero bueno. La hora de la comida en todo rincón del mundo nos mueve a todos. Nos saca a la calle o a cualquier rincón en busca de comida. Nos manda a casa, a fondas o comedores. A mercados, restaurantes, centros comerciales. Nos plantea decisiones y retos. Es uno de los momentos favoritos del día para muchos. Para otros es sólo otro más. Creo que a mí no me entusiasma particularmente la hora de la comida entre semana, aunque la disfruto.
Suelo comer solo, sin sobremesa y concentrado. Así uno come mejor y a veces hasta se mastica a sí mismo. Incluso en esos instantes se pueden tomar decisiones trascendentales o llegan ideas por mucho tiempo esperadas. Se hace un repaso y evaluación de los días. Eso sí, antes de todo eso, claro, hay que enfrentar la encrucijada: ¿Qué vamos a comer hoy?
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Shutterstock
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