Diciembre 20, 2018

Cómo traducir la risa

Cómo traducir la risa

Marta Mateo Martínez-Bartolomé, Universidad de Oviedo

La creación humorística y la traducción son dos actividades humanas unidas por su importante papel social, cultural, artístico e histórico. ¿Qué sería de nosotros si no pudiésemos contar alguna vez con el humor a lo largo de nuestra vida, y cómo serían las sociedades sin la presencia de la risa? ¿Qué habría sido de las diversas culturas sin la mediación de la traducción, que ha posibilitado la comunicación entre ellas, y así su enriquecimiento y desarrollo?

Pero tanto la producción de humor como el proceso de traducción entrañan una gran complejidad, que se convierte en auténtico reto cuando ambas entran en contacto en la traducción del humor.

Humor y traducción: tema complejo

El humor puede ser solo verbal, o fruto de otro tipo de códigos, como imágenes, sonidos, gestos, etc. Puede constituir la esencia misma de un texto (caso de la comedia, los chistes, o la poesía humorística) o simplemente aparecer como un elemento más (por ejemplo, en novelas, literatura infantil, tragedias, anuncios publicitarios, canciones y películas de diverso género, etc.). Además, como forma de comunicación humana, implica una fase de creación y otra de reconocimiento y apreciación.

Todo ello incide en la complejidad de su traslado a otra lengua. Como en el caso de la poesía, este se ha considerado siempre uno de los mayores desafíos a los que se puede enfrentar un traductor. De ahí que la cuestión de su “intraducibilidad” centrase los esporádicos estudios publicados sobre el tema hasta finales del siglo pasado. El problema con ese enfoque era que no ayudaba a comprender los factores y procesos que han hecho que el humor se haya traducido, y se traduzca, muchas veces con éxito.

El humor de viaje

Efectivamente, los textos cómicos han cruzado las fronteras lingüísticas y culturales desde la Antigüedad, en muy diversos géneros, y lo siguen haciendo hoy en los nuevos formatos audiovisuales y digitales de nuestra época.

Los ejemplos serían innumerables, pero piénsese en las comedias de Molière u Oscar Wilde, en las óperas bufas de Rossini o Mozart, en el Quijote de Cervantes o las novelas de Tom Sharpe, en las películas cómicas de Woody Allen o Pedro Almodóvar, en series de televisión como The Bing Bang Theory o Modern Family, etc.

Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar, es una comedia muy española que se convirtió en éxito mundial.
El Deseo

En ocasiones la traducción consigue, si no superar, al menos igualar toda la esencia humorística del original. Es el caso de la traducción al inglés de la famosa serie francesa de historietas cómicas Astérix el Galo, de René Goscinny y Albert Uderzo, realizada por la traductora británica Anthea Bell, fallecida hace unas semanas.

El mecanismo humorístico

Para entender cómo es posible hacer reír (o sonreír) a unos destinatarios nuevos con un texto creado originalmente para hablantes de otra lengua (y cultura), hay que comprender primero los factores que generan el humor. La disciplina denominada en inglés Humour Studies nos revela los elementos esenciales del mecanismo humorístico, analizados en detalle en mi estudio de 2010 o el de Vandaele de 2002.

Son, esencialmente, los siguientes:

 

    • La incongruencia: todo tipo de humor implica algún tipo de contradicción entre nuestras expectativas y lo que nos presenta el texto cómico.

 

    • Un pensamiento lógico: el humor necesita también de sentido y método, para que esa incongruencia no resulte solo absurda.

 

    • Un sentimiento de superioridad, al ver en otro (o en nosotros mismos) el blanco de una burla, o al sentir el orgullo de “pillar el chiste”, o de captar el sentido oculto de un juego de palabras.

 

    • La relevancia social del texto y cierto grado de inhibición (pero tampoco mucha) respecto al tema objeto de humor.

 

    • Buena predisposición por parte del receptor.

 

    • Alguna indicación del propósito humorístico.

 

Cómo abordar la traducción del humor

Trasladando todo ello a un contexto de traducción, podemos sintetizar aquí tres elementos fundamentales tanto para estudiarlo como para abordarlo: cultura, recepción y función.

Como ha señalado la investigadora italiana Delia Chiaro, “la traducción del humor solo constituye parcialmente un problema interlingüístico; pues en realidad se trata de una cuestión intercultural”. Los miembros de una comunidad de hablantes se apoyan fundamentalmente en el conocimiento compartido para extraer su humor.

Puesto que la traducción implica un cambio de cultura, lo que era relevante en el contexto original para interpretar un texto humorístico no tiene por qué serlo en el nuevo contexto, o puede serlo en distinta medida. El traductor, por tanto, habrá de sopesar cómo afectará dicho traslado a la percepción de los nuevos receptores, para que el humor no se quede por el camino.

En todo caso, las estrategias de traducción a veces provocan un cambio en el tipo de recepción. El estudioso Juan José Martínez Sierra ha observado cómo la serie Los Simpson, fundamentalmente destinada a un público adulto en los EEUU, cuenta en España con una audiencia compuesta mayoritariamente por menores de 12 años, seguramente debido a que las múltiples referencias a la cultura norteamericana que invaden la serie original han sido sustituidas en parte en la versión doblada por alusiones menos específicas y juegos visuales o sonoros, más atractivos para el público infantil.

Evitar la literalidad por la literalidad

A comprender todo ello nos ayuda la pragmática, centrada en el estudio del lenguaje desde la perspectiva de su uso por parte de los hablantes. Así, podemos entender por ejemplo que, mientras el receptor de origen puede apoyarse en sus conocimientos para extraer las necesarias inferencias que le lleven a percibir el humor en un texto, quizá tengamos que ayudar al receptor de nuestra traducción haciendo que sea el propio texto el que le sirva de base para su interpretación.

Mural de Asterix y Obelix en Bruselas.
Wikimedia Commons

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por ello, un enfoque funcional de la traducción resulta también imprescindible, basando nuestras decisiones en el mecanismo y la función de cada caso humorístico en el texto original, más que en su contenido semántico concreto, e intentando reproducir aquellos con los recursos de la nueva lengua. Pues, como nos recuerda el estudioso Patrick Zabalbeascoa, en un contexto de traducción la semejanza puede tener poco que ver con la comicidad.

Un ejemplo de esto nos lo proporciona la citada traducción al inglés de Astérix, en la que la parodia que a menudo se hace de la sintaxis inglesa en el original francés se centra ahora en los dialectos escocés o galés introducidos en el habla de los personajes bretones. El enfoque funcional nos permite también contemplar la posibilidad de trasladar el humor mediante recursos distintos al original, solucionando, por ejemplo, un problema lingüístico o cultural en un texto audiovisual mediante signos no verbales, gracias a la variedad de códigos que lo constituyen.

Así se hace a veces en las comedias teatrales (como analicé en 1995) y parece ser el enfoque adoptado, según observa también Martínez Sierra, por los traductores de Los Simpson, quienes han aprovechado el componente visual de la serie para facilitar la comprensión de aquellas referencias culturales originales que han decidido mantener en la traducción.

No se puede concluir este breve repaso a la traducción del humor sin mencionar el papel del traductor, elemento fundamental en esta compleja tarea que, como se puede deducir de lo anterior, requiere no solo de un altísimo dominio de las dos culturas y lenguas implicadas, sino también de una buena dosis de sensibilidad, pericia y creatividad. Y, por supuesto, sentido del humor.The Conversation

Marta Mateo Martínez-Bartolomé, Professor of English Studies, Universidad de Oviedo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

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