Enero 05, 2019

Seis curiosos síntomas que podrían revelar una enfermedad del corazón

Seis curiosos síntomas que podrían revelar una enfermedad del corazón
Johnny Habell / Shutterstock

Adam Taylor, Lancaster University

En la caja protectora que es el pecho, trabajando sin emitir señal alguna a su propietario, se resguarda el corazón, órgano fundamental para la vida. En Occidente, donde una de cada cuatro personas fallece a causa de enfermedades cardiovasculares, no se puede exagerar la importancia de mantener el corazón en buena forma. Desgraciadamente, la primera señal que muchas personas perciben acerca de un funcionamiento incorrecto es cuando sufren un infarto.

Aunque no pueda ver los latidos dentro del pecho (al menos sin la ayuda de la tecnología de resonancia magnética), puede apreciar síntomas externos que podrían ser indicadores de que algo va mal en su corazón antes de sufrir un “incidente cardiovascular” que le cambiaría la vida (o, en el peor de los casos, terminaría con ella).

1. Lóbulos plegados

Uno de los indicadores externos es el signo de Frank, caracterizado por la formación de pliegues diagonales en los lóbulos de las orejas. Esta alteración recibe su nombre del doctor estadounidense Sanders Frank, que fue el primero en describir este signo. Los estudios realizados demuestran que existe una relación entre estos pliegues y el riesgo elevado de sufrir aterosclerosis, una variante de la arteriosclerosis que consiste en el depósito de sustancias grasas en el interior de las arterias.

Steven Spielberg tiene el signo de Frank.
Kathy Hutchins/Shutterstock.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Más de 40 estudios han demostrado la relación entre esta característica deformación de la oreja y el riesgo elevado de sufrir aterosclerosis. Aunque no está clara cuál es la causa, algunos profesionales apuntan que es debida a un origen embriológico compartido. Recientemente se ha observado que estos pliegues también están relacionados con los accidentes cerebrovasculares provocados por el mal funcionamiento de los vasos sanguíneos en el cerebro.

2. Protuberancias grasas

Otro síntoma visible que alerta de posibles problemas de corazón es la aparición de protuberancias grasas de color amarillo, conocidas clínicamente como “xantomas”. Pueden surgir en los codos, las rodillas, los glúteos o los párpados y, aunque por sí mismos son inofensivos, pueden ser la señal de una dolencia de carácter grave.

Los xantomas son más comunes en personas que sufren un trastorno llamado hipercolesterolemia familiar, que se caracteriza por niveles anormalmente altos de lipoproteínas de baja densidad, lo que produce el llamado “colesterol malo”. Los niveles de este colesterol son tan elevados que acaban siendo depositados en la piel y, lo que es más peligroso, también se encuentran en las arterias que suministran la sangre al corazón.

El proceso por el cual se forman estos depósitos grasos en los tejidos es conocido y, curiosamente, ocupa un lugar privilegiado en el campo de la medicina, ya que llevó al desarrollo de uno de los grandes grupos de fármacos que reducen el colesterol: las estatinas.

Xantomas en un niño.
Min.neel/Wikimedia Commons, CC BY-SA

3. Acropaquia

El fenómeno conocido como acropaquia también puede ser una señal de que algo está fallando en su corazón. Las uñas cambian de forma, aumentando en grosor y anchura, debido a una mayor producción de tejido. Esta alteración, que tiene lugar en las dos manos a la vez, no suele ser dolorosa.

La razón por la que este cambio indica una posible afección cardíaca se debe a que la sangre oxigenada no llega a los dedos de forma correcta, por lo que las células producen un “factor” que estimula el crecimiento para tratar de rectificar el problema.

Dedos hipocráticos.
Sidsandyy/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Esta malformación es el síntoma médico más antiguo conocido. Fue descrito por primera vez en el siglo V a. C. por Hipócrates, motivo por el cual también recibe el nombre de “dedos hipocráticos”.

4. Halo alrededor del iris

Los depósitos de grasa pueden aparecer también en los ojos. Es el caso del arco senil, un anillo gris que rodea el iris, que es la parte coloreada del ojo. Este halo comienza en dos puntos opuestos del iris, progresando hasta dibujar una circunferencia completa que no interfiere en la visión.

Cerca del 45% de las personas de más de 40 años tienen un halo graso alrededor del iris, porcentaje que aumenta hasta el 70% en el caso de los mayores de 60 años. La presencia de este anillo tiene relación con algunos factores de riesgo de sufrir enfermedades coronarias.

Arco senil.
ARZTSAMUI/Shutterstock.com

5. Encías inflamadas y pérdida de dientes

Su salud oral puede ser un buen termómetro de su salud cardiovascular. La boca está repleta de bacterias, tanto beneficiosas como dañinas. Las bacterias “malas” pueden ingresar en el torrente sanguíneo desde la boca y provocar que los vasos se inflamen, lo que podría derivar en un accidente cardiovascular.

Los estudios realizados demuestran que la pérdida de dientes y la inflamación de las encías (periodontitis) son indicadores de enfermedades cardíacas.

6. Labios azules

Otro indicador de la salud situado en la boca es el color de los labios. Generalmente son de color rojo, pero pueden adoptar un tono azulado (cianosis) en personas con problemas de corazón debido a las deficiencias del sistema cardiovascular a la hora de distribuir la sangre oxigenada a los tejidos.

En ocasiones, los labios adquieren ese tono azulado por otras razones, como la exposición a bajas temperaturas o por encontrarse a una gran altitud. En estos casos, el cambio de color probablemente se deberá a una falta temporal de oxígeno y se resolverá rápidamente.

De hecho, los cinco síntomas expuestos anteriormente también pueden tener su origen en una causa benigna. En cualquier caso, si está preocupado o tiene dudas debería contactar con su médico de cabecera o con algún profesional de la salud para contar con una opinión cualificada.The Conversation

Adam Taylor, Director of the Clinical Anatomy Learning Centre and Senior Lecturer, Lancaster University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

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