Febrero 24, 2017

El placer de retomar un libro

El placer de retomar un libro

Crónicas clasemedieras | Por Omar G. Villegas |

Todos alguna vez, o muchas, hemos dejando un libro sin terminar. Yo que no tengo empacho en abandonar una lectura si en ese momento no conectó, digamos, con ella ya sumo decenas de libros inconclusos.

Y es que estoy convencido de que en el futuro aquellos libros y yo nos reencontraremos en un momento más idóneo o, eventualmente, descubriré que quizá nunca estuvimos predestinados a tener una atracción. Eso lo sé después de uno o más intentos infructuosos de retomarlo. Entonces lo dejo en otras manos en las que pueda encontrar a un lector a quien fascinar o confrontar sin cortapisas.

Hay libros que devoras u otros que ultimas por mero compromiso, aferre o curiosidad. Algunos de cautivan al inicio y te van perdiendo y viceversa. Otros que te estrujan y, en esa medida, te cautivan o repelen que no los vuelves a tocar. Como suele suceder con las obras en todas las artes. Incluso a veces un libro te dice poco en una época y, más tarde, te significa algo trascendental. O viceversa.

Por ejemplo, mi primera lectura determinante fue “El segundo sexo” de Beauvoir en la preparatoria y ahora  no me interesa salvo con algún fin específico. De hecho entonces me di a la tarea de leer lo más posible a Simone. Con los años dejé varios libros en el camino y terminé regalándolos todos. Por otro lado, la literatura para niños y la de ciencia ficción, de las que antes rehuía, me fascinan. Una novela como “Desgracia” de Coetzee me sigue conmocionando y Saramago, en otro tiempo referencial, ha dado paso a una periodista: Svetlana Alexiévich. Andersen, por otro lado, permanece inamovible como mi autor predilecto.

El asunto es que dejar a medias a un libro suele detonar un sentimiento de culpa. Como cuando dejas la comida a medias y se oye la voz de mamá recordándonos en la infancia que no en todos lados los niños tienen un plato de comida en la mesa. No importa que aquello que tienes frente a ti no se te antoje, no te guste o simplemente ya estés satisfecho, hay que comer y acabárselo.

La culpa también se detona cuando lees una “obra maestra” y no te seduce. Entonces tratas a toda costa de degustarla y no te sabe, o te sabe amargo, o feo. Te cuestionas tu capacidad lectora. Y no. Ni modo. Si no te atrae ahora, será otra vez. Si nunca sucede. Vale. Otros libros sí te estremecerán. A mí me ha pasado con Thomas Mann, por ejemplo, que nomás no tenemos hasta ahora conexión alguna. Raro.

Claro, eso no significa no desarrollar la deseable, imprescindible, capacidad de detectar la maestría de una obra. Diseccionar su factura independiente de que te guste o no. A mí, por ejemplo, la literatura en general de García Márquez me resulta particularmente chocante, pero no puedo pasar por alto la maestría del Nobel colombiano en el manejo del idioma, en la construcción de sus textos, en la perfección de su prosa.

Así que eso de tener culpa en este caso no aplica. En el caso de la comida tiene su sentido esa estrategia de las mamás por alimentar y hacer rendir las ollas sin desperdicio alguno. Pero en los libros no. Ni en los libros ni en cualquier otra obra artística. Los libros inconclusos no son lastres sino lecciones, no son pendientes sino posibilidades, no son obligaciones sino azares que pueden detonar en algo extraordinario o en nada. Como todo y ello es un reconocimiento de nuestra propia sensibilidad.

 

Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |

Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.

Foto: Hombre leyendo un libro / Shutterstock

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