La India se prepara para una nueva ola de COVID-19 pero el escaso número de vacunados no ayuda
Ankur Mutreja, University of Cambridge y Vignesh Shetty, University of Cambridge
La primera ola de COVID-19 en la India –en el verano de 2020– se aplacó eficazmente mediante un rápido confinamiento en todo el país. Un descenso constante del número de casos entre septiembre de 2020 y febrero de 2021 permitió una vuelta prudente pero suave a lo que era casi una vida normal.
Sin embargo, la segunda ola, que comenzó en marzo de 2021, resultó catastrófica, con más de 400 000 casos diarios durante su pico más alto. El virus se descontroló, principalmente debido a la complacencia política y el comportamiento social. Las grandes reuniones religiosas, los mítines electorales y la socialización recreativa permitieron que el virus se apoderara de un enorme grupo de población.
Esto ayudó a dar lugar a la variante delta, ahora dominante y altamente transmisible, con enormes consecuencias para el mundo. Delta es más capaz de provocar la enfermedad en personas vacunadas o previamente infectadas que la mayoría de las otras formas del virus. Las pruebas emergentes (algunas aún están pendientes de revisión) también sugieren que la variante aumenta el riesgo de hospitalización en todos los grupos de edad.
Un sistema de salud ineficaz
La capacidad del sistema sanitario indio para responder a la segunda ola fue insuficiente, ya que los dispositivos habían retrocedido con respecto a la primera fase. Los niveles de camas en cuidados intensivos y equipadas con suministros de oxígeno se redujeron. Como resultado, el sistema sanitario del país se vio desbordado.
Una vez superado lo peor de la segunda ola en India, se está trabajando para intentar evitar que vuelva a ocurrir lo mismo en el futuro.
Evaluación de las secuelas
India está actualmente informando de unos 40 000 casos y 500 muertes al día. Del total de camas de hospital dedicadas a la COVID-19 en la capital, Nueva Delhi, solo el 2% están actualmente ocupadas. La actividad comercial ha vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, aunque el número de casos y muertes sigue siendo mucho mayor que después de la primera ola.
Tras la segunda ola, un número muy elevado de indios tiene anticuerpos contra la COVID-19. En encuestas recientes realizadas por las autoridades sanitarias, se ha descubierto que dos tercios de la población los tienen. Teniendo en cuenta que menos del 30% de los indios había recibido al menos una dosis de vacuna cuando se realizaron las encuestas, esto pone claramente de manifiesto la amplia propagación del virus durante la segunda fase.
Dado que el virus ha desbordado el ya de por sí difícil sistema sanitario del país, India intenta ahora identificar y cubrir las lagunas que se hicieron visibles durante la segunda ola.
Además de reforzar los controles fronterizos para evitar la importación de casos, el país ha invertido en la promoción de comportamientos adecuados al COVID entre la población, ha contratado a más trabajadores sanitarios y ha creado plantas de oxígeno médico para mejorar el suministro en futuros brotes. El oxígeno médico se agotó durante la segunda ola.
Además, se han reservado más infraestructuras de cuidados intensivos para los niños, ya que las instalaciones de vigilancia pediátrica se habían desplazado a la atención de pacientes adultos de COVID-19 en las dos últimas olas.
Se han almacenado medicamentos para las infecciones oportunistas que pueden acompañar a la COVID-19, como la mucormicosis. Y también se está reforzando la red de seguimiento de nuevas variantes del virus potencialmente peligrosas, aunque los expertos señalan que es necesario mejorarla.
Y como la baja cobertura de la vacuna ha permitido la propagación del virus, también se han hecho esfuerzos para reforzar el programa de vacunación. En primavera se interrumpieron las exportaciones de dosis producidas en el país para reforzar el suministro de vacunas propias, y la adquisición de vacunas ha pasado de los gobiernos estatales al gobierno federal.
La cobertura de las vacunas sigue siendo un problema
India es el principal productor de vacunas del mundo, y la mayoría de los países de ingresos bajos y medios dependen de ella para el suministro. La introducción de controles a la exportación ha disminuido los suministros en otros lugares, pero ha permitido a India acelerar su propia administración de vacunas a más de 5 millones de dosis al día. A pesar de ello, la escasez de dosis sigue siendo un impedimento, al igual que las dudas sobre las vacunas.
Los incentivos para que la gente se vacune, como la subvención de los impuestos sobre la propiedad, la oferta de tarifas aéreas más baratas, descuentos en las comidas de los restaurantes, comestibles más baratos y mejores tipos de interés bancarios, han sido un éxito.
Sin embargo, hasta ahora menos del 10% de la población está totalmente vacunada. Por lo tanto, es poco probable que la vacunación haya desempeñado un papel importante en el fin de la segunda ola de la India.
Es probable que la inmunidad natural generada tras la infección haya desempeñado un papel más importante, pero aunque dos tercios de la población tienen algunos anticuerpos contra la COVID-19, esto no es suficiente para contener el virus. En muchos estados de la India, los casos están aumentando de nuevo.
Es probable que las cosas empeoren más rápidamente en las zonas donde la inmunidad adquirida de forma natural o mediante vacunas es más baja. Kerala, por ejemplo, es responsable de más de la mitad de los casos diarios notificados a nivel nacional, y es el estado con la proporción más baja de personas que dan positivo a los anticuerpos contra la COVID-19.
La India sigue registrando el mayor número de casos de COVID-19 en Asia. Quedan 400 millones de personas con inmunidad cero.
Por lo tanto, podrían preverse olas localizadas más pequeñas en aquellos estados indios –como Assam, Haryana, Maharashtra y Kerala– en los que los niveles de inmunidad son relativamente bajos. En los estados con mayores niveles de inmunidad en la población, es probable que los casos sigan siendo bajos, a menos que surja una nueva variante que pueda eludir la inmunidad natural desarrollada por la exposición al delta.
Hasta que no se despliegue una vacuna a prueba de variantes en toda la India, es de esperar que continúe el comportamiento cíclico que ya hemos presenciado. Más enfermedades llevarán a una mayor demanda de autoprotección, lo que a su vez conducirá a menos enfermedades. Esta reducción de la enfermedad dará lugar a una menor autoprotección, lo que a su vez provocará más enfermedades.
Ankur Mutreja, Group Leader, Global Health (Infectious Diseases), University of Cambridge y Vignesh Shetty, Research Associate, Department of Medicine, University of Cambridge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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