Historias para niños
Por Omar G. Villegas |
En una ocasión, no recuerdo cuándo, mi madre comentó algo así como que hoy en día los dibujos animados no mostraban los extremos del espectro de emociones humanas incluido el mal, la contradicción, la crueldad. Toda aquella faz oscura que tenemos todas las personas, algunas más desarrolladas que otras y de las cuales, como sugieren las moralejas de los cuentos, nos tenemos que cuidar.
A propósito del mismo tema la crítica de cine Fernanda Solórzano coincidía con la puntualización de mi madre al comentar la película “Buscando a Dory” en su canal de YouTube titulado “Cine aparte”, vi hace poco el video de esa crítica y ello me motivó a escribir algo sobre este tema.
Antes de seguir quisiera dejar claro que soy de los que creen que las personas respondemos y correspondemos a la época que nos tocó vivir. En ese sentido, las caricaturas de quienes fuimos niños en los 80 son muy distintas a las de generaciones anteriores o las más jóvenes.
Sin embargo, creo que en cierta medida coincido que los contenidos para niños fueron durante un tiempo maniqueos y simples, pero esta situación ha cambiado, sobre todo lo percibo en el cine y la literatura en la que los autores ven a los niños como personas complejas de claroscuros y, en esa medida, proponen historias cada vez más asombrosas y ricas en matices. En el cine, además, ha habido un desarrollo tecnológico impresionante que apoya la ejecución de estas historias que antes podrían haber sido imposibles de realizar.
Tal es el avance que han tenido los contenidos para niños que incluso los productos de la industria infantil, por llamarla de alguna manera, destacan muchas veces sobre los otros. En ocasiones de forma abrumadora.
A bote pronto recuerdo la impresionante creatividad y originalidad de “Intensa-mente” (Pixar, 2015), sobre los recovecos del cerebro y las emociones. Recientemente, “Kubo y la búsqueda samurái” (Laika, 2016), que no teme adentrarse en parajes de una fantasía que transita de lo delirante, oscuro e inquietante a lo hermoso, sugerente y sutil para relatar la historia de un pequeño contador de historias en Japón que enfrenta de la persecución de su familia materna que quiere acabar con su humanidad. Sí, con su humanidad.
Las historias para niños, pues, no sólo se han transformado sino que se han convertido en un referente, casi en El referente, de lo que es el ejercicio de la innovación, la imaginación, la creación, la concepción de universos que no se acotan a una realidad sino que explora todos los mundos posibles.
En estos días también volví a ver, por ejemplo, aquella joya postapocalíptica titulada “Wall-E” (Disney/Pixar, 2008) sobre un mundo después del colapso ambiental. ¿O ya vieron la serie “Trollhunters” (Netflix, 2016)? ¿O ya leyeron la novela “Un monstruo viene a verme” (Patrick Ness, 2011)? Esta última es una historia prodigiosa sobre un niño, una madre enferma y un monstruo que se aparece para sanar a quien menos se imaginaba el protagonista. El libro es bellísimo, estremecedor, conmovedor a más no poder. Es todo un reto leer el final sin llorar.
Vivan las historias para niños y a seguir enriqueciendo ese mundo que se ha convertido en algo asombroso, fascinante, riquísimo.
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Leer cuento / Shutterstock
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