Dudas resueltas sobre la variante Delta AY4.2
Estos días se está hablando mucho de una nueva variante del SARS-CoV2, concretamente de una subvariante de la variante Delta conocida como “AY4.2”, y que algunos medios han popularizado como “variante Delta plus”.
Como en ocasiones anteriores durante esta pandemia, situaciones de mayor severidad epidemiológica, en este caso en Inglaterra, se han atribuido a una variante que ciertamente está en aumento en la zona, desdeñando otros mecanismos de aumento de incidencia. Por ejemplo la laxitud en las medidas de control no farmacológicas como pueden ser el uso de mascarillas, distancia social, ventilación, etc.
En este artículo intentaré resumir el aún escaso conocimiento que hay sobre esta subvariante. En particular, incidiré en algunos argumentos de especial interés para estimar mejor el riesgo que representa esta subvariante en el momento actual.
Qué la hace diferente
Según el Centro de Control de Enfermedades de los EE.UU (CDC), esta subvariante AY4.2 es aún poco prevalente (<0.005%) en el país. Dicen que “ha sido detectada ocasionalmente” pero no hay incrementos sustanciales hasta ahora.
En cuanto a Inglaterra, parece que esta subvariante “se está expandiendo” y representa ya un 6% de las variantes secuenciadas, según la UK Health Protection Agency.
Lo que la hace diferente es que tiene dos cambios (mutaciones) en la proteína spike que “podrían darle alguna ventaja”, aunque aún no está nada claro. De hecho, estas dos mutaciones ya habían aparecido en otras variantes (no en Delta) sin que supusieran cambios fenotípicos (de comportamiento) sustanciales en los virus que las portaban.
El CDC ha asegurado que “no hay evidencia de que esta variante impacte sobre las actuales vacunas y terapias”. Por su parte, el anterior comisionado de la FDA, Scott Gottlieb, afirma que para conocer el riesgo real de esta variante “hay que investigar más” y que puede que sea “ligeramente más transmisible” (hasta un 10% más, según algunas fuentes) sin que eso suponga una razón para el alarmismo.
Por su parte, François Balloux, especialista en genética, evolución y biología computacional en el University College de Londres, defiende que no es comparable con las emergencias de las variantes beta o delta, que según algunas estimaciones fueron un 50 % más transmisibles que sus predecesoras. En el caso de la delta plus solo “se trata potencialmente de un pequeño incremento de transmisibilidad que no tendría un impacto comparable en la pandemia”, concluye.
En el Reino Unido, donde se hace un seguimiento más preciso de variantes, sí se ha observado últimamente un incremento importante. Algunos expertos sostienen que puede obedecer simplemente a un efecto aleatorio sin más, sustanciado por el comportamiento humano y la relajación de medidas de control.
En Dinamarca, que es otro país donde se hace una intensa vigilancia de variantes (tan precisa como en el Reino Unido), la subvariante AY4.2 ya está bajando, después de alcanzar un 2% de prevalencia. Este dato sugiere que lo que está pasando en el Reino Unido con esta subvariante no es trasladable a otros entornos. Además, si realmente tiene una pequeña ventaja en cuanto a transmisibilidad, puede ser compensada con medidas de control más firmes.
Variante de interés, pero no de preocupación
Por lo demás, la subvariante AY4.2 se considera “variante de interés” por ser ligeramente más transmisible (y por ello se recomienda su seguimiento y más estudios). Pero en ningún caso entraría en la categoría de “variante de preocupación” ya que no hay evidencia que indique una mayor virulencia ni una mayor capacidad de evadir la respuesta inmune natural frente a otras cepas del virus o la inducida por las vacunas.
En definitiva:
• Aún hace falta estudiar mejor esta subvariante.
• Los datos disponibles indican que no supone tanto riesgo como otras variantes previas.
• No está justificado el alarmismo creado alrededor de ella.
Miguel Ángel Jiménez Clavero, Virólogo y profesor de Investigación, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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