Crónicas clasemedieras: Lo mejor del año
Por Omar G. Villegas |
En estas fechas cunden los listados de lo mejor, lo más visto, lo más vendido, lo más exitoso del año en cuantos rubros se puedan imaginar. Las mejores películas, los mejores discos, los mejores libros, los mejores restaurantes, los videos más vistos, las mejores canciones, las mejores obras de teatro. En fin. Todo se jerarquiza de alguna manera.
De manera personal no suelo tomar tan en serio estos listados, aunque sí les echo un ojo. Más por curiosidad que por credibilidad y más por la constante caza de referencias que por la creencia firme de eso que sugieren en todos los casos es “lo mejor”. En realidad esos juicios de valor tan extremos y maniqueos me resultan chocantes.
Ciertamente pueden distinguirse obras más destacables que otras en cuanto a su factura, pero el asunto es que en cuestiones de gusto aquello resulta irrelevante. Al menos en primera instancia. Es decir, lo que nos gusta no siempre es considerado “lo mejor” y lo que es etiquetado como “lo mejor” no siempre nos gusta.
Es por ello que suelo no tomar en serio esos listados y, mucho menos, permito que determinen en ningún sentido mis gustos. Prefiero disfrutar de las obras como los niños: sin prejuicios. O con los menos prejuicios posibles. De lo contrario, explorar el territorio de las industrias culturales sería una pesadilla y una empresa imposible. Nadie tiene el tiempo ni el dinero ni la disposición a revisar todo lo que otros, considerados especialistas, determinan como lo indispensable.
Por otro lado, esas listas se basan en las novedades y en los propios gustos e intereses de quienes las hacen. Lo más antiguo va quedando relegado. Esta es otra de las razones por las que los listados de lo mejor del año me resultan chocantes. Entiendo su naturaleza y características, pero resulta que no siempre aquello a lo que uno se asoma en el año es nuevo o acaso reciente.
En ocasiones uno “descubre” antigüedades, hace hallazgos de obras que datan de hace mucho tiempo pero que para nosotros resultan sorprendentes, nuevas y enriquecedoras. Que te abren panoramas y aportan matices a tu visión del mundo. Y muchas de esas obras, incluidas las nuevas, llegan por azar. Aunque tampoco negaré lo inmensamente útiles que resultan los listados de lo mejor o las reseñas, si no sería más complicado descubrir obras nuevas.
Aunque pensándolo bien sería más divertido e interesante hurgar: que uno se convirtiera en un explorador y desarrollara una curiosidad inmensa y una atención suprema para detectar obras asombros. Es mucho más fácil cuando otros han hecho ese ejercicio y exploran por nosotros. Así nada más llegamos a recorrer caminos pavimentados, senderos limpios y sin sobresaltos.
Pero sería increíble que cada uno de nosotros hiciera sus listados no de lo mejor del año, que eso resulta muy chocante y megalómano, sino de aquello que a nosotros nos deslumbró, nos sedujo, nos divirtió, nos estremeció, nos conmovió, nos conquistó y compartirlo. No para que otros crean lo mismo, sino para dejarles pistas, pequeños mapas para explorar nuevos territorios. De esta manera es como sirven los listados de fin de año que aparecen en los medios: como mapas. Así que vamos a explorar.
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Hombre escribiendo / Shutterstock
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