Crónicas clasemedieras: Domingo
Por Omar G. Villegas |
El domingo es un día complicado. Particularmente en las ciudades. Intuyo que fuera de ellas la gente lo tiene más asumido y claro. Al menos lo afrontan con menos circunstancia, más practicidad y llega despojado de saturación y estrés (sí, en las ciudades hasta el domingo llega a estresar). En los pueblos o comunidades no se hace nada. Punto. O si se hace, se hace y ya. Punto.
El domingo en las grandes ciudades suele comenzar con algarabía y relajamiento, pero minuto a minuto va mutando hasta terminar convertido en angustia, nostalgia o hasta depresión. Depende de las condiciones en que se encuentre cada citadino.
Lo más enteros y centrados terminarán simplemente con una tenue sensación de resaca postdescanso y lidiando con esa culpa, pequeña pero insistente, de no haber hecho algo de provecho aun cuando hayan avanzado algún pendiente, o realizado cuanta actividad al aire libre permitiera el clima, o acudido a tantas actividades culturales y de entretenimiento que ofrece la urbe.
Sí, en las grandes ciudades el domingo también es para descansar salvo que se tenga un trabajo que incluya actividades ese día (muy común) o que se tenga algún pendiente o encomienda en particular (muy común también). Pocos van a misa, la mayoría está con su familia o sus amigos, otros optan por no levantarse de la cama salvo que sea estrictamente necesario. Alguno que otro que aprovecha para hacer quehaceres o el súper.
En domingo atrás quedó el viernes por la noche de fiesta o desvelo. El sábado de pendientes y limpieza, entrenamiento o más fiesta o trabajo. En domingo amanecemos alguito más relajados de lo habitual. Incluso animados.
Sin embargo, conforme se va apagando el día todo ese jolgorio se va convirtiendo en pesadez. Se transforma en un anhelo profundo de que el domingo continúe de manera indefinida, palpita la tristeza anticipada de un final inevitable.
Conforme llega la tarde y la noche nos vamos quitando ese traje de día de descanso para ponernos ese otro de lunes que a muy pocos agrada. No me cuento entre ellos. A mí sí me gusta el lunes. Ese renacer, volver a la vida. Esa sensación (neurótica, por supuesto) de que todo cobra sentido nuevamente con la rutina y el ajetreo.
De hecho creo que todo citadino, eventualmente, se siente aliviado de regresar al caos. Es más, durante las vacaciones, cuando se cumple el deseo de un domingo extendido, es recurrente el comentario de que también se aburren de no hacer nada. Así tal cual. ¿Ya no sabemos descansar?
Es más, los domingos, por muy ociosos que andemos, nos damos un tiempito para avanzar o revisar algún pendiente con “calma” y, al final del día, alistar lo necesario para el lunes. Si se tienen hijos, también lo de ellos.
Todos los domingos los citadinos nos proponemos relajarnos más, disfrutar más del tiempo libre, llegar con menos desasosiego a los últimos minutos del día. Es parte del enrevesado encanto y de la tortura de este día. En todo caso es, creo, el día favorito de muchos y uno de los más populares.
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Hombre en el parqueS / Shutterstock
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