Cómo prevenir el estrés por desgaste y otras formas de agotamiento
Por Daniel Colombo |
En época de cambios vertiginosos parece que todo lo establecido funciona diferente al ritmo de adaptación en que nos movíamos tan solo unas horas atrás.
La necesidad de sobrellevar las situaciones desafiantes de cualquier orden; los cambios permanentes en las condiciones de un país y las transformaciones en general producen un impacto en lo físico y las emociones.
A esto llamamos estrés, el conocido proceso humano que aparece por la necesidad de generar una respuesta ante las condiciones externas que interpretas como una amenaza o un problema, y que, de tu lado, requiere de una serie de recursos tanto físicos como emocionales para afrontarlas. Como vemos, es mucho más que sentirse temporalmente cansado o extenuado.
La sobre exigencia, las personalidades controladoras, las personas con poca capacidad de reinvención y con escasa tolerancia a la decepción y a la frustración, suelen ser blancos del estrés en distintos grados, y afectan a personas de toda edad y niveles socio económicos y culturales.
Sostenido en el tiempo, se produce un efecto de desgaste que va carcomiendo internamente la capacidad de respuesta natural de los seres humanos. Es entonces cuando pueden aparecer síntomas de leves a severos, y que conviene atender con los profesionales médicos y de la salud mental lo antes posible. Una cosa es aprender a convivir con la tolerancia natural a los problemas cotidianos, y otra es hacerlo en forma permanente durante años. Por ejemplo, en el mundo laboral, es muy frecuente el Síndrome de Burnout (del quemado), donde la persona llega a una instancia de imposibilidad de afrontar cualquier tipo de situación, y alcanza bordes muy graves, incluso la muerte por estrés.
Los tres tipos de estrés
En términos generales, los expertos han señalado tres categorías de estrés: agudo, agudo episódico y crónico. Conviene conocerlas para estar atentos a los síntomas, corregir el rumbo y hacer los cambios necesarios para recobrar el equilibrio vital.
1. Estrés agudo
Es el más común de las formas que adopta el estrés, ya que se produce debido a las presiones y exigencias del pasado, del presente o las expectativas sobre el futuro. En dosis moderadas puede ser un impulsor positivo; sin embargo, cuando se prolonga resulta agotador. Cualquier episodio de la vida que te haga salir de tu curso normal en términos desafiantes puede ser considerado como de estrés agudo. De tu habilidad para sobreponerte, resignificarlo y tomar acción lo antes posible, dependerá que no se haga permanente o que pase a otros estadíos.
Las personas que exageran en su tendencia a vivir estresadas casi por cualquier motivo devienen por lo general en pérdida de sentido (andan corriendo por la vida sin rumbo y sin propósito), sienten tensión muscular o dolores de cabeza, malestares intestinales y estomacales, y -muy frecuente-, insomnio, entre otros síntomas. También aparecen la irritabilidad, malhumor, ansiedad en exceso, sobreexcitación por querer resolver todo de inmediato, pulso acelerado, sudoración diferente a lo habitual, dolor en el pecho, y apetito o inapetencia.
Técnicas de afrontamiento: Buscar espacios de relax. Conversar con personas que puedan comprenderte sin juzgarte. Desconectar del estresor (por ejemplo, el trabajo en tiempo de vacaciones). Identificar el pensamiento rumiante que se apodera de ti en esos momentos. Valorizar los instantes buenos de la vida que llevas. Hacer ejercicio físico. Consultar con un profesional de salud mental para acompañarte en el proceso.
2. Estrés agudo episódico
Se trata de personas que padecen estrés agudo con frecuencia, en general incentivado por el caos, desorden interno y externo, velocidad por querer cumplir con todo y con todos.
Algunas manifestaciones son irritabilidad, tensión permanente, agitación, desgaste físico y emocional, nervios a flor de piel, apuro, desgaste de todo tipo de relaciones interpersonales, imposibilidad de disfrutar de momentos de placer, hostilidad; y deriva en problemas coronarios, hipertensión, diabetes, trastornos gastrointestinales, insomnio, incluso fantasean con atentar contra su vida. Por lo general son personas con resistencia a aceptar los cambios, poca flexibilidad, con un impulso a la competencia excesivo, agresividad latente, impaciencia y sentido de la urgencia que los agobia permanentemente.
3. Estrés crónico
Es el nivel de estrés más agotador, ya que se prolonga permanentemente y destruye la mente, el espíritu, el cuerpo y, en consecuencia, la vida de una persona.
Si bien hay muchos que se acostumbran o sobre-adaptan a este tipo de situaciones (como en el caso de las guerras, vivir la pobreza extrema, personas sometidas de cualquier forma, familias totalmente disfuncionales y los abusos de todo tipo).
Lo que caracteriza al estrés crónico es que la persona jamás ve una salida; en muchos casos porque nunca vivió una situación distinta y más agradable. Todo es tensión, exigencias, presiones y tendencia a ir de menor a mayor. Entonces, abandona todo intento de estar mejor y salir de ese círculo vicioso.
Las consecuencias casi siempre son nefastas: mata a las personas; produce ataques al corazón, cáncer y otras enfermedades que desafían la vida. Viven totalmente vulnerables y a expensas de lo que el mundo les depare, sin capacidad de acción para generar el mínimo estímulo de su parte.
Agotadas, exhaustas y entregadas a lo que se presente, se sienten abandonadas a su destino; desprotegidas; sin esperanza; sin razón de vivir.
Técnicas de afrontamiento: Pedir ayuda profesional ni bien se toma consciencia, o tal vez permitir que se lo ayude. Trabajar junto a otros en problemas similares para aprender de la experiencia compartida. Intensificar la ayuda que se requiere para salir de esa situación. Separarse de vínculos tóxicos que no permiten que la persona evolucione. Dar pequeños pasos, y entrenarse en mantener objetivos pequeños para ir reconquistando de a poco la auto confianza interna.
Foto: Shutterstock
- Me gusta 2
- Me encanta 1
- Me divierte 0
- Me asombra 1
- Me entristece 0
- Me enoja 0