Trastorno límite de la personalidad: cómo tratarlo desde la familia
Ana Isabel Beltrán-Velasco, Universidad Nebrija
El trastorno límite de la personalidad (TLP) es un trastorno mental definido en el Manual Diagnóstico DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual Mental of Disorders) y encuadrado dentro de los trastornos de la personalidad.
Se caracteriza por una alta dificultad para gestionar las emociones. Como consecuencia, las personas afectadas tienen dificultades para control de los impulsos, además de mostrarse frecuentemente inestables y muy irritadas. Cuando se prolongan en el tiempo, sus patrones conductuales llevan a interacciones muy conflictivas con otras personas.
Este grupo de trastornos tiene una incidencia de más de un 10 % en la población general. Y son muchos los profesionales de la salud mental que opinan que el TLP es el trastorno de la personalidad más complejo y también el más grave.
¿Cuáles son los síntomas de este trastorno?
Las características clínicas del TLP son variadas tanto en intensidad como en síntomas. Un paciente puede presentar conductas impulsivas y de riesgo como gastos excesivo, abuso de sustancias tóxicas, comportamientos autolesivos y de suicidio, sentimientos de profundo vacío existencial, irritabilidad, ira, sentimientos de culpa y de vergüenza inapropiados e incoherentes, distorsión en la imagen corporal, baja autoestima, ideas de abandono, periodos de depresión y ansiedad… En casos muy graves, también presentan algún brote psicótico, aunque normalmente esporádico y de poca duración.
Todo esto hace que la persona sufra una constante inestabilidad emocional y cognitiva, lo que conlleva que las relaciones con los demás vayan desde el enamoramiento hasta el odio de manera intensa y frecuente.
Estos pacientes tienden a distorsionar la realidad, lo que se expresa en una imperiosa necesidad de mantener relaciones en las que tienen que forjar un vínculo afectivo muy intenso y estrecho. Y cuando no lo sienten así, el profundo miedo al abandono puede dar lugar a delirio y disociación, acompañados de conductas autodestructivas o suicidas, que tienen como objetivo reducir la ansiedad y que, posteriormente, ocasionan sentimientos de culpa y malestar emocional.
Además, es importante conocer que las personas con TLP suelen presentar otros problemas asociados como trastorno de ansiedad, trastorno bipolar, depresión u otros trastornos de la personalidad. Todo esto complica el tratamiento de estos pacientes, que suelen recibir farmacología para equilibrar los síntomas asociados al estado del ánimo y la despersonalización (antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos) y psicoterapia, primordial para que el paciente aprenda herramientas de afrontamiento de los cambios que desestabilizan las emociones y las conductas.
Relaciones interpersonales complicadas
Como se ha visto anteriormente, el conjunto de síntomas que abarca este trastorno hace que las relaciones interpersonales sean muy complejas. Quienes conviven con un paciente con TLP deben conocer y aceptar la inestabilidad emocional inherente a la patología y aprender a no sentirse responsables por los comportamientos que se van a presentar.
Suele existir una tendencia por parte de los seres queridos de proteger a la persona con TLP. Sin embargo, es importante no caer en comportamientos como la mentira o la ocultación cuando el paciente está fuera de control, ya que esto podría empeorar su forma de percibir la realidad que, como hemos visto, suele ser muy polarizada.
Es importante hablar de lo que sucede. Que todas las personas cercanas puedan expresar cómo se sienten ante determinadas conductas del paciente para que este sea consciente y pueda buscar la forma de encontrar caminos adaptativos y funcionales.
También es esencial que no se fomenten o acepten los comportamientos disruptivos. Estos deben disminuir hasta desaparecer. Y, para que este proceso se produzca, las personas cercanas deben ser sinceras y pedir que se detenga un determinado síntoma (una conducta autolesiva, una exacerbación emocional) con firmeza y con comprensión.
No se debe caer en el error de justificar dicha conducta pensando que “como está enfermo/a”, es normal. Conviene ser asertivos y pedir al paciente que pare, explicarle que lo que está haciendo o diciendo no tiene sentido y que debe dejar de hacerlo para volver a un equilibrio emocional y cognitivo.
Desde luego, la convivencia con un paciente con TLP no es sencilla. Pero se pueden dar pasos que favorezcan la recuperación y estabilización, y que, junto con la psicoterapia y la farmacología, devuelvan a la persona a un estado funcional que le permita llevar una vida normal.
Ana Isabel Beltrán-Velasco, Psicología, Neuropsicología, Universidad Nebrija
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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