Tiroteo en Pittsburgh: La historia de las oleadas antisemitas y antimigrantes en EEUU
Ingrid Anderson, Boston University
El tiroteo en el centro religioso estadounidense “Árbol de la Vida”, en Pittsburgh, Pennsylvania, es, posiblemente, el ataque contra los judíos más mortífero de la historia de Estados Unidos. Once personas murieron cuando el atacante irrumpió en el servicio matutino de la congregación con un rifle de asalto y tres pistolas.
Se ha informado de que el sospechoso, Robert Bowers, es un usuario habitual de Gab, una red social que se ha vuelto cada vez más popular entre los nacionalistas blancos y otros grupos de extrema derecha. Al parecer, había publicado insultos antisemitas frecuentemente, expresado sentimientos violentos contra los inmigrantes (a los que llamó “invasores”) y afirmado que los judíos son “el enemigo de los blancos”.
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La magnitud de la masacre de Pittsburgh puede parecer sin precedentes, pero solo se trata del último de una larga lista de crímenes de odio hacia los judíos. En febrero de 2017, más de un centenar de lápidas fueron destrozadas en un cementerio a las afueras de San Luis, Missouri, y en otro cementerio judío en Filadelfia.
De hecho, los crímenes de odio han aumentado en contra de las religiones minoritarias, las personas de color y los inmigrantes. En los 10 días posteriores a las elecciones presidenciales de 2016, se informó de unos 900 incidentes motivados por el odio, muchos de ellos en campus universitarios. La mayoría de estos incidentes estaban dirigidos contra musulmanes, personas de color e inmigrantes, así como judíos.
Esta irradiación de sentimientos antinmigrantes y antisemitas recuerda en muchos aspectos al clima político que reinaba en Estados Unidos durante los años entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial o durante el período de entreguerras.
EEUU: ‘crisol de culturas’
En sus primeros años, EEUU mantuvo una “política de puertas abiertas” que atrajo a millones de inmigrantes de todas las religiones permitiéndoles entrar en el país, incluyendo a los judíos. Entre 1820 y 1880, más de 9 millones de inmigrantes llegaron a Estados Unidos.
Como académica versada en estudios judíos, soy muy consciente de que a principios de la década de 1880, los nativistas estadounidenses —personas que creían que el “patrimonio genético” del norte de Europa era superior al del sur y el este de Europa— comenzaron a presionar para conseguir la exclusión de los “extranjeros”, a quienes “observaban con gran recelo”.
De hecho, como afirma la académica Barbara Bailin, la mayoría de los inmigrantes —europeos del sur, el centro y el este del continente— “eran considerados tan diferentes en cuanto a composición, religión y cultura de los inmigrantes anteriores que desencadenó una reacción xenófoba que sirvió para generar más leyes de inmigración restrictivas”.
En agosto de 1882, el Congreso estadounidense respondió a las crecientes preocupaciones sobre la política de “puertas abiertas” y aprobó la Ley de Inmigración de 1882, que negaba la entrada a “cualquier convicto, lunático, idiota o cualquier persona incapaz de cuidarse a sí misma que pudiera convertirse en una carga pública”.
Sin embargo, esta ley no se aplicó con dureza, en parte porque se esperaba que los oficiales de inmigración que trabajaban en los puntos de entrada implementaran estas restricciones según lo consideraran oportuno.
De hecho, fue a finales del siglo XIX cuando nació el “crisol de culturas” estadounidense: casi 22 millones de inmigrantes de todo el mundo ingresaron en Estados Unidos entre 1881 y 1914.
Entre ellos se incluía aproximadamente a un millón y medio de judíos europeos que esperaban escapar del antiguo antisemitismo impuesto legalmente en muchas partes del continente europeo y que limitaba dónde podían vivir, a qué tipo de universidades podían asistir y qué clase de profesiones podían tener.
Miedo a los judíos y a los inmigrantes
Los nativistas estadounidenses continuaron criticando los cambios demográficos del país y, en particular, se mostraron en desacuerdo con el gran número de judíos e italianos que ingresaban en el país.
Estos temores se reflejaron finalmente en la composición del Congreso, ya que el electorado votaba cada vez más a los diputados nativistas que habían prometido cambiar las leyes de inmigración y que tenían en cuenta los sentimientos antinmigrantes de sus constituyentes.
El sentimiento nativista y aislacionista en EEUU no hizo más que aumentar a medida que Europa entraba de lleno en la Primera Guerra Mundial, “la guerra que acabará con todas las guerras”.
El 4 de febrero de 1917, el Congreso aprobó la Ley de Inmigración de 1917, que revirtió la política de puertas abiertas de Estados Unidos y negó la entrada a la mayoría de inmigrantes. Entre 1918 y 1921, solo 20.019 judíos fueron admitidos en EE UU.
Otra Ley de Inmigración, de 1924, reforzó aún más las fronteras.
Transfirió la decisión de admitir o denegar la inmigración de los oficiales apostados en el puerto de entrada a una oficina federal que emitió visados solo después de completar una larga solicitud y documentación acreditativa.
También establació cupos estrictos con respecto al número de nuevos inmigrantes permitidos. Los cupos de 1924 proporcionaron visados solo al 2% de aquellos inmigrantes cuyas nacionalidades ya se encontraban en EEUU para el año 1890. Excluyeron a los inmigrantes asiáticos por completo, exceptuando a los de Japón y Filipinas.
Según se declaró, el propósito fundamental de esta ley de inmigración era preservar el ideal de “homogeneidad” de Estados Unidos.
El Congreso no revisó la ley hasta 1952.
¿Por qué importa esta historia?
El clima político del período de entreguerras tiene muchas similitudes con el ambiente antinmigrante y antisemita actual.
El programa del presidente Trump está compuesto principalmente por una retórica fuertemente antinmigración. Una encuesta de la organización independiente Pew Charitable Trust muestra que un 66% de los votantes registrados que apoyaron a Trump consideran que la inmigración es un “gran problema”, mientras que solo el 17% de los partidarios de Hillary Clinton dijeron lo mismo.
El 59% de los partidarios de Trump asocian a los “inmigrantes no autorizados con conductas delictivas graves”.
Las afirmaciones del presidente Trump sobre los peligros que representan los inmigrantes no están respaldadas por hechos, pero sí indican un mayor aislamiento, nativismo y nacionalismo de derechas dentro de EEUU.
Una vez más, vemos sentimientos antinmigrantes y antisemitismo yendo de la mano.
Ingrid Anderson, Associate Director of Jewish Studies, Lecturer, Arts & Sciences Writing Program, Boston University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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