¿Por qué a las aves marinas les atraen las luces artificiales?
Las razones de la atracción y desorientación de los pollos por la contaminación lumínica no se conocen bien, pero se han propuesto cuatro hipótesis relacionadas con el alimento y su sistema visual.
Por gracia o desgracia, todos hemos observado insectos atraídos a las lámparas durante nuestras veladas veraniegas. Sin embargo, este es un fenómeno que también ocurre en otras especies de animales, algunas de ellas muy amenazadas, como es el caso de las pardelas y los petreles.
Estas aves pasan la mayor parte de su vida en el mar y solo visitan tierra firme para reproducirse. Visitan las colonias de cría durante la noche y nidifican en madrigueras, por lo que no suelen ser muy conocidas por la población.
Las aves marinas, particularmente los pollos de pardelas y petreles, son atraídos por la contaminación lumínica durante sus primeros vuelos hacia el mar. Los inexpertos pollos volanderos, que realizan estos vuelos durante la noche y sin asistencia de los padres para encontrar el mar, son atraídos y desorientados por la luz artificial de nuestras ciudades y se ven forzados a aterrizar accidentalmente. Eso da lugar a una gran mortalidad.
El fenómeno se conoce desde hace mucho tiempo y, de hecho, anualmente se organizan campañas de rescate en colaboración con la ciudadanía para reducir la mortalidad de las aves forzadas a aterrizar por la contaminación lumínica en distintas localidades del mundo como Hawái, Azores, Canarias o Baleares.
Hipótesis para explicar el fenómeno
Para explicar la atracción y desorientación de las aves marinas por la iluminación artificial se han propuesto, al menos, cuatro hipótesis no excluyentes:
1. Confunden las luces con presas bioluminiscentes
Los pollos son alimentados por sus padres mediante la regurgitación de comida semidigerida que reciben en la oscuridad del nido y durante la noche. Cuando se emancipan y comienzan su vida independiente en el mar, no reciben el cuidado de los padres, por lo que deben aprender a encontrar comida por sí mismos.
Algunas de sus presas naturales son bioluminiscentes, es decir, emiten luz (por ejemplo, algunas especies de calamares). Por tanto, los pollos sin experiencia podrían confundir las luces artificiales con sus presas bioluminiscentes.
2. Vinculan la luz al alimento en el nido
Durante los primeros meses de vida, la única luz que ven los pollos en sus nidos (cavidades) es la luz que entra desde la entrada de la madriguera. Todas las comidas de los pollos, traídas por los padres, también llegan por esa entrada. Por lo tanto, la comida se asocia con la luz, y las aves recién emplumadas pueden confundir las luces artificiales con una fuente de alimento.
3. Siguen la luz para encontrar el mar
Las luces artificiales podrían anular la señales luminosas naturales como la luz de la luna o las estrellas, o el brillo de la superficie del mar. Así, los pollos podrían perder o interpretar incorrectamente las señales visuales necesarias para encontrar el mar.
4. Tienen un sistema visual inmaduro
Los pollos podrían tener un sistema visual no desarrollado completamente en el momento de la emancipación de sus padres. Desarrollarse en madrigueras donde la luz es muy limitada impide la presencia de estímulos visuales que ayuden a desarrollar el ojo. Un sistema visual que no está completamente desarrollado podría facilitar la confusión de los estímulos visuales y obligar a las aves a efectuar aterrizajes forzosos.
Hasta ahora, el conocimiento científico aún no ha logrado concretar el motivo de la atracción de las aves marinas por las luces artificiales. Sólo más investigación podrá ayudar a encontrar una respuesta definitiva. Cuando la conozcamos, podremos aplicar medidas que puedan ayudar a mitigar la mortalidad producida por la contaminación lumínica.
Mientras tanto, la mejor alternativa es simple: apagar las luces y continuar con las campañas de rescate que salvan miles de aves de una muerte por la contaminación lumínica.
Airam Rodríguez, Departamento de Ecología Evolutiva, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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