Abril 18, 2021

Oratoria: 5 ejercicios para dejar de ser aburrido

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Por Daniel ColomboEn mi trabajo como formador de voceros, conferencistas y al preparar a todo tipo de personas para hablar en público, uno de los aspectos más complejos para mejorar es la forma de hablar monocorde.

Este término está relacionado con el monocordio, un instrumento musical de una sola cuerda que emite un mismo sonido todo el tiempo, al igual que lo hace el diapasón que utilizan los músicos para afinar los instrumentos.

Si llevamos esa idea al plano de la oratoria rápidamente caemos en la cuenta de que ser monocorde produce que la persona sea monótona, aburrida y falta de interés para el auditorio.

Uno de los principios de la oratoria efectiva es que el mensaje llegue, impacte y que los mensajes a transmitir sean percibidos claramente por el público al que nos dirigimos. Esto es difícil de lograr en el caso de una persona falta de variaciones en su expresión oral, gestual y, por supuesto, si el contenido no acompaña.

Por ejemplo, si estuviese en una entrevista radial, su voz sonaría sin variantes, subidas, bajadas ni pausas, por lo que el mensaje sería realmente soporífero para los oyentes y hasta para los que están en el estudio.

Hablando de dormir, es para tener en cuenta que, por más conocimientos que tenga el expositor, aburrirá irremediablemente si la forma en que lo hace no llega a destacarse para llamar la atención de la gente, ya que al utilizar una escasa coloratura y rango vocal expresivo la voz sonará igual y, obviamente, aburrirá a todos.

4 limitaciones de las personas monocordes, y recursos para mejorar

Las personas aburridas para hablar necesitan entrenar estos cuatro aspectos limitantes en su forma de expresión oral, y combinarlos adecuadamente con el atractivo del contenido y su propuesta gestual.

En términos sencillos, este tipo de expositores brillan por sí mismos: es decir, brillan por la ausencia de matices, cadencias, ritmo y exploración del registro vocal para variar de tonos.

Veamos en qué consisten estos cuatro recursos que, si se los trabaja y entrena, pueden cambiar decisivamente el impacto frente al público:

  • Matices: Imagina una obra de un artista plástico. ¿Ya lo tienes? Ahora imagínalo sin el color predominante en esa pintura o escultura. ¿Listo? Una vez más: ahora alisa algunas superficies, de forma tal que lo que tiene volumen, pase a ser sin profundidad.

¿Cómo se ve esa obra de arte? Perdió todo atractivo, ¿verdad? Lo mismo sucede con tu expresión cuando hablas sin matices. Los matices son las pinceladas que utilizas para enfatizar algunas palabras en particular, acentuar ideas, describir conceptos y afianzar tus ideas.

Si tu presentación no tiene matices, la voz suena monocorde y, por lo tanto, estarás aburriendo al público.

Los matices se logran ensayando, preparándote, mejorando la dicción (la modulación y la articulación de cada palabra en su expresión justa) y siguiendo algunos ejercicios de oratoria prácticos como los que propongo más adelante aquí mismo.

También necesitas comenzar diseñando la presentación, ensayándola tantas veces como sea necesario, no memorizando, siendo espontáneo y natural y poniendo fuerza, energía y entusiasmo cuando corresponda… al igual que tranquilo, sereno y haciendo pausas para evitar fatigar al auditorio.

Un recurso que no falla al superar el aburrimiento al hablar en público: conectarte con la emoción. Cuando lo transmites desde este lugar interno serás capaz de crear climas, entornos y ponerle “música” a tus palabras, para que suenen como un instrumento muy bien afinado, armónico y atractivo para la gente.

  • Cadencia: en este caso, me refiero al conjunto de recursos que utilizarás para que toda tu presentación tenga un ritmo, un fluir y una melodía que resulte apropiada para el tema que estás presentando, para que se transforme en una obra completa de principio a fin.

Por ejemplo, algunos recursos para enfatizar las cadencias tienen que ver con cómo acentúas las palabras, de qué forma enfatizas tus ideas y cómo manejas las pausas.

Las pausas, en oratoria, funcionan igual que en las melodías en la música. Recuerda los compases iniciales de la Quinta Sinfonía de Beethoven: escucha en tu mente la estructura básica, los silencios que revalorizan lo que sigue tocando la orquesta. Exactamente lo mismo funciona al hablar en público.

  • Ritmo: aquí te enfocarás en darle una base de musicalidad a todo lo que expresas, para mantener atento al público y que no puedan despegar su mirada de ti.

Es importante que no confundas RITMO con VELOCIDAD. No son lo mismo. El ritmo está compuesto por la combinación de matices, cadencias, silencios y la expresividad en lo que transmites. La velocidad es la aceleración o desaceleración con la que hablas; y, en este caso, ir muy lento -como generalmente sucede con las personas monocordes- o muy rápido, son dos extremos que conviene equilibrar, por defecto y por exceso.

Si hablas a ritmo muy lento, aburrirás; y si lo haces excesivamente rápido, a borbotones, la gente también se va a distraer ya que no hay jerarquización de los mensajes.

La jerarquización es la importancia que le darás, mediante tu propuesta vocal, al acto de oratoria que estás realizando. Por ejemplo, en ideas más importantes, tu tono de voz se puede elevar un poco, sin gritar ni forzar las cuerdas vocales. Mientras que, en el desarrollo, se puede mantener un tono regular, sin olvidar los recursos expresivos de los que estamos hablando.

  • Variaciones de tonos: Todas las personas tenemos distinto tipo de voces, y es justamente el registro vocal lo que nos distingue.  En pocas palabras el tono es la cualidad de la voz, y es una combinación del registro, sus características particulares y el volumen de emisión. También influyen aquí la forma en que hablas, y todos los recursos que estamos compartiendo hoy.

Hay voces más agradables que otras. Al hablar en público es fundamental trabajar profesionalmente el uso del instrumento, que es ni más ni menos que el puente de conexión entre tus ideas y el público.

Si tu voz irrita por como suena, es posible que necesites trabajar con un fonoaudiólogo o foniatra para reeducar algunos aspectos esenciales, para armonizarla. Recuerda consultar siempre con un profesional de la salud vocal; recomiendo que busques especialistas en voz hablada en este caso, ya que las técnicas de voz cantada suelen ser bastante diferentes. Conozco el caso de un cliente conductor de programas de radio que, al entrenar su voz con el especialista equivocado, quedó con una disfuncionalidad irreversible en sus cuerdas vocales porque se le estaban dando ejercicios propios de cantantes.

Para explicarlo en palabras sencillas, hay voces que cautivan al público (y no hace falta ser un locutor/a profesional); y otras que los hacen huir inmediatamente.

Hay buenas noticias al respecto: aún en casos de no contar con eso que se suele llamar “una buena voz” es posible convertirse en un orador excepcional al combinar todas las herramientas necesarias al hablar en público.

Para cautivarlo hace falta explorar todo el rango del tono de voz: desde los tonos más graves y profundos, hasta los más agudos. En esta variación, que utilizarás para lograr la coloratura y, de esta forma, lograr una puesta vocal atractiva.

Para variar de tonos es necesario combinar matices, ritmo, y también la expresividad al transmitir las ideas. Por lo general, en las miles de personas que he entrenado observo que cuando se practica oratoria muchos se ponen un “traje” que no les queda: lo ideal es ser espontáneo (como en la vida misma), y utilizar los mismos recursos coloquiales, con prolijidad y técnica.

5 ejercicios de oratoria que funcionan para dejar de ser monocorde y aburrido

Además del entrenamiento con un profesional que te guíe para mejorar tus habilidades de oratoria y hablar en público, es posible practicar algunos recursos sencillos para dejar de aburrir a la gente en tus exposiciones.

He diseñado estas cinco técnicas, como una forma de ayudar en este proceso:

  1. Poner música rítmica de fondo

Al practicar tu presentación con una base rítmica (por ejemplo, una canción instrumental donde prevalezca el tambor/parche de la batería, o el bajo) o un tema que sea sumamente enérgico en sus compases, podrás ensayar tus palabras dejándote llevar por esas cadencias musicales. A su vez, te sugiero que te muevas corporalmente, para que se produzca la magia en esa combinación de música externa, ritmo interno, palabras en voz alta y ejercitación del movimiento.

  1. Poner la mano en tu corazón.

Este es un ejercicio sutil, sencillo y que, a la vez, te tranquilizará. Busca un lugar silencioso y que te permita conectarte emocionalmente. Apoya la mano sobre tu corazón: el objetivo es sentir el ritmo de los latidos.

Luego, aún en posición de quietud, siguiendo ese ritmo natural de tu corazón, empieza a practicar en voz alta tu presentación, diciéndola con energía y siguiendo la rítmica de tus pulsaciones.

Te sugiero que lo ejercites al menos tres veces: la primera, diciendo tu exposición como lo harías siempre. La segunda, poniéndole más intención y entusiasmo. La tercera, colocándote de pie y moviéndote, siempre con una mano sobre tu corazón, y expresando el mensaje con mayor entusiasmo, emociones y conexión. Observa el resultado.

  1. Hablar un párrafo muy bajo, otro en tono medio y otro tono más alto. Luego a la inversa.

En este caso propongo que elijas un párrafo que te resulte especialmente complejo, y lo practiques en distintos tonos de voz, para explorar tu proyección (el volumen al que se emite tu voz). La primera vez, lo dirás casi como un susurro (siempre con expresividad al máximo). La segunda, en un tono medio (que sería el habitual cuando hablas cotidianamente). La tercera, en un tono más alto (elevando muy levemente el volumen de emisión.

Descansar unos minutos, y hacer el mismo ejercicio a la inversa. El propósito es seguir explorando el rango de tu voz.

  1. Cantar en la ducha.

¿Eres de los que canta en la ducha? Bien: hazlo con todas las ganas, energía y entusiasmo. Te invito a que practiques tu presentación bajo el agua como si fuese una canción inventada. Hazlo en dos tonos distintos, con diferente energía y potencia, y observa cómo vas variando los recursos expresivos. Elige el género musical que más te guste (rock, pop, latino, ópera, música típica de tu país) y dí tus párrafos con total entusiasmo. Para darle verosimilitud te servirá tener algo que haga de micrófono.

Como observas, es un ejercicio de oratoria divertido que te distenderá en tus prácticas de oratoria.

  1. Proyectar la voz: ejercicio de a dos

La última propuesta por hoy es ejercitar tu proyección de voz. En este caso, trabajaremos sobre el volumen de emisión para que el mensaje sea escuchado claramente por toda la sala.

Necesitarás de otra persona para ejercitarte. Desde tu lugar, invitarás a la persona a colocarse a cierta distancia (por ejemplo, 4 metros de ti), y empezarás a ensayar tu presentación con todos los recursos expresivos que vienes practicando.

Luego, pedirás a la persona que se vaya desplazando un metro cada vez por unos minutos, de forma tal que tu objetivo será que te siga escuchando fuerte y claro (sin gritar ni forzar las cuerdas vocales). Aquí será estratégica tu respiración, recurso esencial para poder tener más claridad en la emisión de la voz, y más potencia.

Cuando la persona ya no escuche claramente lo que estás diciendo, sabrás que ese es un límite físico en tu proyección; y tendrás una mejor noción de cómo trabajar para mejorar ese alcance. Por fortuna, en la mayoría de los casos se utilizan micrófonos, aunque por ejemplo si estás dando clases para un grupo de veinte personas esta técnica será sumamente útil para cuidar tus cuerdas y, a la vez, saber que te escuchan claramente y con atención.

 

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