Opinión: Mercado de muñecas y superhéroes
Por Mishelle Mitchell Bernard |
¡Qué linda princesa! ¡Qué muñequita más hermosa!
¡Sos un campeón! ¡A ver esos músculos!
Los agradables cumplidos son los comúnmente dispensados a millones de niñas y niños alrededor del mundo para denotar aceptación y agrado y retratan la calidad del reconocimiento que con frecuencia los adultos damos a los más jóvenes de la sociedad.
En principio, ambas expresiones son totalmente inofensivas, abren una puerta para acercarnos a alguien a partir de reconocer sus atributos. Pero detrás de esas palabras, y detrás de la ausencia de otras, está la trampa.
Curiosamente, cuando saludamos a las niñas tendemos a enfocarnos en resaltar su belleza física, su apariencia cuidada incapaz de ensuciarse y su delicadeza. Por ello, papás, mamás, tíos, tías, abuelos y amigos con incalculable frecuencia solemos identificar a nuestras niñas con figuras frágiles de porcelana –como una princesa- más que con guerreras preparadas para sortear las dificultades de un mundo competitivo y complicado. En el caso de los varones, circunscribimos los elogios a la fuerza física, a la competitividad y en ese ámbito, nos sesgamos a favor de las victorias obtenidas. #Yoconfieso que así lo he hecho.
Sin dejar de reconocer la importancia de un cumplido para fortalecer la autoestima en construcción de un niño y una niña, reconozco también que es preciso ampliar el repertorio de aprecio y atención.
¿Por qué no elogiar la elocuencia de quiénes son más expresivos y su asertividad para decir claramente lo que quieren o lo que les disgusta sin sentirse culpables por ello? ¿Por qué no celebrar la determinación de aprender de cada tarea y el esfuerzo invertido en el proceso en lugar de aplaudir únicamente las victorias? ¿Por qué no cultivar la empatía y la emocionalidad equilibrada?
Extender los signos de reconocimiento más allá de los atributos físicos a las capacidades intelectuales, al ejercicio de la voluntad, la autodeterminación y a la práctica de valores positivos como el respeto, la consideración, la honestidad y la tolerancia, es un valioso abono para cimentar la identidad en pleno desarrollo de un niño y una niña.
Para empoderar seres más equilibrados, completos y libres es necesario que reconozcamos su emocionalidad. Y los niños requieren ese balance. ¿Qué son las emociones sino nuestro semáforo interior para advertir peligro y allí el miedo nos aleja de los riesgos; percibir la satisfacción y realización y expresarla en una descarga de alegría, o nuestra disconformidad, que confrontada con el sano enojo, nos permite sobreponernos y persistir?
Que al interactuar con los niños y niñas y reconocer sus atributos y actitudes, contribuyamos a celebrar seres humanos completos. Que nuestro verbo sea para modelar y fomentar a individuos sensibles, falibles, pero felices, no para recortar y acartonar estereotipos en un mercado que demanda muñecas y superhéroes.
Por Mishelle Mitchell Bernard | Tw @MishCR | FB Mishelle Mitchell
La autora es Directora Regional de Comunicaciones de World Vision en Latinoamérica y el Caribe.
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