¿Se imagina la posibilidad de ahorrarse 80 horas de trabajo? Eso es lo que puede hacer un investigador si utiliza la inteligencia artificial para revisar la bibliografía de un artículo académico. Dos semanas enteras de trabajo. Ha leído bien.
La inteligencia artificial ha cambiado nuestra forma de enfrentarnos a las tareas más repetitivas y tediosas en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana. Utilizadas de manera ética, estas habilidades computacionales pueden complementar con éxito el proceso de toma de decisiones humano. La investigación y la escritura académica son dos de los campos que más se han beneficiado de esta tecnología.
La difusión y publicación de los resultados de investigaciones científicas han cambiado radicalmente en las últimas décadas: en el siglo XX, internet ya supuso una revolución en el acceso a la información; hoy, la irrupción de la inteligencia artificial generativa provoca debates sobre ética e integridad de la transmisión de la investigación en el seno de los consejos editoriales de revistas científicas en el mundo entero.
Publicaciones de primer nivel como Science, fundada en 1895, se han visto obligadas a ampliar sus normas sobre el uso de herramientas de inteligencia artificial generativa de última generación en un intento por distinguir entre usos lícitos e ilícitos de estas tecnologías.
En la preparación de papers académicos ya se utilizan muchas herramientas perfectamente legítimas que de facto cambian la forma de investigar y escribir contenido académico y divulgativo en lengua inglesa. A continuación enumeramos algunas.
Asistentes de investigación
Todo artículo de investigación ofrece una revisión de la literatura científica. Lejos de lo que podría pensarse, una revisión de la literatura es un acto de subjetividad caracterizado por la toma de cientos de decisiones sobre qué investigaciones incluir en la misma y sobre cómo articular de forma crítica los trabajos precedentes con los que construir el marco científico en el que sustentar el artículo de investigación.
Aplicaciones como ChatGPT o CoPilot son poco fiables para encontrar referencias bibliográficas, ya que, al menos en las versiones disponibles hasta la fecha, tienden a alucinar, esto es, tienden a generar texto que no necesariamente supone la existencia real de, por ejemplo, una referencia bibliográfica.
En cambio, servicios como Perplexity AI buscan en internet en tiempo real para recopilar información actualizada, ofreciendo respuestas precisas a diferencia de la mayoría de los agentes conversacionales, que usan datos preentrenados.
Análisis de citas y bibliografía
Scite.ai se centra en el análisis de citas, proporcionando detalles sobre cómo se citan los artículos en otros trabajos. Esta herramienta ayuda a los investigadores a comprender el impacto de un artículo clasificando las citas en favorables, contrarias o neutras.
Elicit ayuda a los investigadores a sintetizar información y generar ideas a partir de grandes conjuntos de literatura científica. Está diseñado para ayudar en las primeras fases del proceso de investigación, extrayendo de publicaciones existentes información clave, la cual se puede exportar para su posterior análisis o para compartirse con el resto de miembros del equipo.
Esta herramienta extrae y organiza la información de centenares de artículos, ayudando a organizar y sintetizar la literatura en las conocidas como revisiones sistemáticas y meta-análisis. Sin embargo, sin la capacidad crítica humana que supervise el proceso, corremos el riesgo de que las conclusiones no respondan a la complejidad que conlleva investigar en campos del saber hiper-especializados.
Asistentes de redacción de trabajos
Si la lengua materna del investigador no es el inglés, existen herramientas que pueden usarse para ayudar a la redacción y a mejorar la claridad en la expresión.
Aplicaciones generalistas como ChatGPT o CoPilot pueden ayudar, pero exigen que utilicemos un comando o prompt de calidad.
Por ejemplo, un comando como “Mejora la claridad de este texto” podría ser útil en ChatGPT, pero dista mucho de un prompt específico como el siguiente:
“Eres un investigador especializado en [Especialidad]. Tu tarea consiste en revisar y editar una parte de un trabajo académico titulado [Título] cuyo abstract es [Abstract del artículo]. Necesito que mejores la claridad, la concisión y la coherencia de la redacción en lengua inglesa. Usa inglés británico. Si encuentras oraciones ambiguas, sugiere varias alternativas precisas y concisas. Comprueba que el texto se ajusta a las normas académicas de [APA 7] y mejora la legibilidad del documento”.
Este prompt y sus sucesivas iteraciones mejorará la claridad y la concisión del artículo. Es previsible que en los próximos años aparezcan recursos específicos destinados a mejorar la calidad de los comandos para estos fines.
El uso de herramientas como Quillbot, diseñadas para redactar sin necesidad de elaborar prompts complejos, puede mejorar la claridad con la que expresar ideas y conceptos complejos. La herramienta parafrasea frases en varios estilos, ayudando a ajustar el tono y a expresar ideas con mayor claridad.
El corrector gramatical detecta errores comunes, mientras que la herramienta de resumen condensa textos extensos en versiones concisas. No debemos usarla para parafrasear párrafos enteros escritos por otros autores y poder así reutilizarlos en otros trabajos, pues este no es un uso ético.
Ni escribir de cero ni parafrasear para plagiar
Por descontado, el uso de estas herramientas y otras del tipo Perfect essay writer o similares para generar texto e incluirlo en un artículo científico supone un uso fraudulento de la inteligencia artificial explícitamente prohibido por cualquier revista científica que se precie.
La mayoría de revistas científicas utilizan servicios que detectan el plagio y el uso de inteligencia artificial, si bien las herramientas utilizadas para detectar el texto escrito por ChatGPT o similares no son concluyentes.
Muchas de ellas analizan la frecuencia y la distribución del léxico más comúnmente utilizado por estas tecnologías para ofrecer una estimación del tanto por ciento de texto que podría haber sido escrito por una inteligencia artificial en un paper o en un ensayo concreto.
Sin embargo, los hablantes no nativos de inglés están en una posición de desventaja.Un estudio de la Universidad de Stanford ha revelado que los detectores de inteligencia artificial suelen identificar erróneamente textos de estudiantes no nativos de inglés como textos generados por inteligencia artificial. Este es un estupendo ejemplo de los muchos sesgos que presenta esta tecnología.
Asistentes para divulgar
Una de las áreas donde la inteligencia artificial ha empezado a tener un impacto considerable es en la adaptación de los trabajos científicos a modalidades de comunicación más generalistas como redes sociales y podcasts.
Usando un artículo ya terminado como input, ChatGpt puede generar un hilo con el resumen del trabajo científico en cualquier idioma, el cual puede ayudar a sus autores a diseminar la investigación más eficazmente en X o en otras redes.
Aplicaciones como Notebook LM generan podcasts en inglés a partir de artículos de investigación. Los investigadores pueden personalizar el contenido mediante indicaciones específicas, eligiendo qué secciones priorizar o ajustar el tono de la conversación y el tipo de interacción generados. Por cierto, la calidad de las voces en inglés es excelente.
¿Una era ‘postplagio’?
Como vemos, la inteligencia artificial puede facilitar el trabajo de los científicos y democratizar el acceso una expresión más fluida y clara en lengua inglesa, que ya no es solo patrimonio de los hablantes nativos de la misma.
Aunque existen datos que sugieren que el uso indebido de estas herramientas en la redacción científica está empezando a ser significativo, las revistas científicas ya han puesto en marcha mecanismos para garantizar que se integre de una forma abierta y transparente en el flujo de trabajo de los investigadores.
Algunos expertos sostienen que la inteligencia artificial facilitará que la escritura académica se convierta en una práctica híbrida donde máquinas y humanos colaborarán de forma habitual. Afirman que ya estamos inmersos de facto en lo que denominan la era postplagio, una etapa de la evolución humana en la que la co-creación intelectual es aceptable siempre que el uso de herramientas de inteligencia artificial suponga una inspiración o una ayuda y los usuarios comprendan los límites y las implicaciones éticas de su uso.
Como sucedió con las tecnologías que precedieron a la inteligencia artificial, comprender cómo funcionan estas herramientas nos permitirá tomar decisiones informadas sobre los usos éticos de las mismas, evaluando sus sesgos y riesgos.
Pascual Pérez-Paredes, Catedrático de Universidad en lingüística aplicada y lingüística inglesa, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.