Diciembre 06, 2018

¿Igualdad de género? Para las mujeres en política esto no existe

¿Igualdad de género? Para las mujeres en política esto no existe

Virginia García Beaudoux, Universidad de Buenos Aires

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Como experta en comunicación y género, mi trabajo me ha brindado la oportunidad de conocer y asesorar profesionalmente a casi un millar de mujeres líderes y políticas alrededor del mundo, desde la República Dominicana o Bolivia, hasta Honduras.

En América Latina, me compenetré con las grandes dificultades que enfrentan a diario estas candidatas, políticas en ejercicio, ministras, legisladoras, alcaldesas, lideresas comunitarias y juezas, desde resistencias dentro de sus propios partidos hasta dobles raseros en los medios de comunicación.

Soy mujer, argentina y sé que esta región del mundo se caracteriza por una preocupante brecha de género que ronda el 30%, según el World Economic Forum. Guatemala y Paraguay se encuentran entre los países menos igualitarios del mundo.

Desigualdad en Europa

Admito que me sorprendió escuchar historias semejantes de mujeres de la política en el norte de Europa, la región mas igualitaria del mundo.

Para realizar la investigación que presento en mi nuevo libro, en 2015 entrevisté a 18 mujeres políticas en Suecia y los Países Bajos, segura de que la experiencia de ellas en la política y el gobierno sería muy distinta a la de sus compañeras latinoamericanas.

En esos países, las mujeres han logrado ocupar alrededor del 40% de los cargos políticos, sin cuotas obligatorias en los partidos ni en el sistema político. Eso solo podría ser posible en un paraíso igualitario, ¿cierto?

Lamentablemente, no.

Nacidas entre 1943 y 1975, las mujeres políticas que entrevisté provenían de todas las corrientes ideológicas. Algunas ya están retiradas y otras se encuentran en activo en el ejercicio de cargos como miembros del Parlamento Europeo, diputadas nacionales, ministras, juristas y presidentas de comisiones en el congreso, entre otros puestos prominentes.

Resulta que aunque en Suecia y en los Países Bajos las mujeres casi han logrado la paridad numérica en el parlamento, los desafíos que afirman enfrentar no variaron de partido a partido. Y tampoco fueron tan distintos a las dificultades de las mujeres latinoamericanas.

Todas las entrevistadas -conservadoras, progresistas, jóvenes o mayores- remarcaron que la verdadera igualdad no es solo numérica y que aún les queda un largo camino por recorrer para lograr la igualdad sustantiva.

“Cuando hablamos de participación política de las mujeres”, dijo una entrevistada holandesa, “no es solo una cuestión de números sino de las posiciones para ejercer influencia. Por ejemplo, ¿cuántas mujeres ocupan lugares en áreas clave como las comisiones de presupuesto? ¿Y cuántas de ellas tienen realmente visibilidad?”

Hacia la igualdad sustantiva

Es decir, la igualdad numérica no es lo todo.

En Holanda, a partir de los años setenta se instaló en la sociedad culturalmente la idea de la igualdad y los ciudadanos censuraban a los partidos políticos que no componían sus listas electorales de modo igualitario entre candidatos hombres y mujeres. En 1979, la Unión Europea como bloque empezó a hacer leyes para promover la igualdad de los derechos de las mujeres en el mercado de trabajo, licencias laborales y otras áreas relevantes.

Ejerció presión sobre los países individuales mediante una serie de recomendaciones. De ese modo, desde arriba se promovió, hace décadas, la cultura de igualdad.

Las mujeres me dijeron que creen que, en cierta manera, eso funcionó. Aún así, es de notar que en la actualidad la presencia de mujeres es menor en los ministerios y comisiones parlamentarias decisivas: en los países del llamado mundo desarrollado, solo 17% de los ministros de gobierno son mujeres. Además, es llamativo que en España mientras el 9% de ministros hombres no tiene hijos, en el caso de las ministras mujeres el 45% no los tiene.

Y ni en Suecia ni en los Países Bajos una mujer ha llegado a ser aún Primera Ministra. Cosa que por ejemplo Argentina, Chile, Brasil y Costa Rica han logrado.

Queda un largo camino por recorrer

Lo anterior es indicativo de que, aun en los países más igualitarios, sigue siendo necesario mantener vivo y activo el debate acerca de los derechos de la mujer.

“Existen aún muchos estereotipos que influyen, sobre todo con referencia a la división del trabajo doméstico”, apuntó una parlamentaria holandesa. Sí, la clásica pregunta “¿Puede ella tenerlo todo?” persiste aún en la progresista Europa Occidental. Una de las parlamentarias de la Unión Europea que entrevisté dijo:

Cuando fui electa miembro del Parlamento Europeo [los medios] me preguntaban cómo haría para combinar mi trabajo como política con la maternidad y las tareas familiares y domésticas. Antes de que tuviéramos hijos, mi marido tenía dos trabajos. Cuando fui electa él dejó uno de ellos para ocuparse de la casa y de nuestros hijos.

Transcurridos ocho años, él fue elegido vicealcalde de Ámsterdam, y todo el mundo comenzó a preguntarme qué iba a hacer ahora. Respondí ‘bueno, yo tengo el mismo trabajo, él es quien tiene un trabajo nuevo, así que pregúntenle a él’.

Ahí, como en el resto del mundo, persisten muchos estereotipos sociales así como también dobles raseros en los medios de comunicación. Las entrevistadas me contaron anécdotas sobre comentarios que les hicieron reporteros sobre el pelo y la ropa, entre otros temas relacionados con su apariencia física. Dijo una de ellas con gran experiencia como europarlamentaria y también ministra de gobierno:

Un fotoperiodista se me acercó y me dijo: ‘Señora, ¿usted usa siempre el mismo traje?’. Le respondí: ‘Así es, eso no es un problema para mí, ¿es un problema para usted?’. Y me respondió que de hecho lo era, porque daba la impresión de que sus fotos eran siempre la misma foto. Yo siempre usaba un prendedor en la solapa, así que le dije ‘Ok, te daré algo nuevo: cambiaré mis broches’.

Por eso, educar desde la infancia sin sesgos de género ha sido una de las recomendaciones de todas ellas. Una parlamentaria sugirió trabajar no solo con los niños y niñas para volverlos conscientes de los estereotipos desde la temprana edad, comentó la necesidad de trabajar con maestros y maestras para que tomen consciencia también acerca de los temas de género, “dado que con frecuencia en clase ellos refuerzan los estereotipos”. Algunas naciones escandinavas, de hecho, ya han comenzado a evitar la difusión de cuentos con sesgos de género tales como Blancanieves.

Aunque las cuestiones de género deben ser empujadas por toda la sociedad, las mujeres tienen papeles decisivos que jugar. Todas y cada una de las entrevistadas, sin importar su edad y su posicionamiento político, han coincidido en afirmar que las mentorías fueron claves.

Las mujeres con más experiencia deben ofrecer consejos a las que tienen menos experiencia o no encuentran el modo de seguir luchando. Cuando llegaron a posiciones de poder, algunas de las entrevistadas se dedicaron a eliminar algunas de esas barreras invisibles, pero que obstaculizan la participación de las mujeres.

Desde el punto de vista colectivo, las entrevistadas también concluyeron que los movimientos y organizaciones de mujeres, tanto en la sociedad civil como dentro de los mismos partidos políticos, son fundamentales en la continuación de la lucha por la inclusión política. Esos grupos “ofrecen a las mujeres un lugar donde pueden reunirse y pelear por su causas”.

‘Porque estamos en 2015’

Sigo pensando en el hecho de que, luego de su victoria en las elecciones de 2015, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, presentó un gabinete compuesto por 15 hombres y 15 mujeres. Un periodista le preguntó por qué tener un gabinete paritario era tan importante para él.

Trudeau respondió: “Porque estamos en 2015”.

Bueno, 2015 ya pasó, y yo sigo viajando a lo largo y ancho del mundo para encontrar un paraíso del género. Hasta ahora solo he encontrado mujeres valientes que continúan luchando con fuerza.The Conversation

Virginia García Beaudoux, Professor of Political Communication and Public Opinion, Universidad de Buenos Aires

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

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