Exintegrante del cartel del Norte del Valle dio detalles de su relación personal con «El Chapo»
NUEVA YORK —
El miércoles concluyó el testimonio de Germán Rosero, alias «Barbas», en el juicio que se lleva a cabo en Nueva York en contra del narcotraficante Joaquín «El Chapo» Guzmán.
Rosero, exintegrante del cartel del Norte del Valle, encargado de los enlaces con el Cartel de Sinaloa, y de los envíos de coca de Colombia a México, dio detalles de sus encuentros con el narcotraficante mexicano. En 2002, por instrucción de su jefe, Juan Carlos Ramírez Abadía, mejor conocido como «Chupeta», se encontraron por primera vez y fue allí cuando se definieron los detalles de 3 cargamentos.
Según señaló en cada uno de los envíos se traficaron entre 3.600 y 5 mil kilos. Pero resaltó que el año siguiente fue mejor, pues entre 10 y 12 toneladas fueron enviadas. Cargamentos que avaluó en cifras que rondarían los 80 o 90 millones de dólares.
Dijo que entre 2002 y 2003 lo vio un par de veces en áreas montañosas en el «Triángulo dorado», una región conformada por los estados de Sinaloa, Durango y Chihuaha, considerada como el «Santuario del Cartel de Sinaloa».
Esta región dicho nombre por parte de las autoridades debido a que así se llama una zona productora de opio, entre las fronteras de Laos, Tailandia y Myanmar.
«Barbas» confesó que visitó a Guzmán entre seis u ocho veces, en las montañas; las ubicaciones normalmente variaban, señala que eran al menos tres o cuatro los puntos de encuentro. Pero las propiedades no eran solo suyas, en una ocasión lo recibió en un rancho de los Beltrán Leyva.
Entre otros detalles, el testigo señaló que Joaquín «El Chapo» Guzmán siempre llevaba consigo un arma de fuego y, en ocasiones, portaba un fusil AK47 con incrustaciones en oro y piedras preciosas, uno de los gustos de «El Chapo», aseguró testigo.
Un alto nivel de cercanía parecían tener «Barbas» y «El Chapo», pues en una de sus historias narra que Guzmán Loera la había pedido que le dejara apadrinar a su hijo y él aceptó porque “dentro de la organización era un honor tenerlo de padrino”.
Comentó que a un cargamento que se hizo en julio de 2002 para Colombia, se le bajó el precio de la droga porque de los 200 mil kilos que debían enviarse 600 no eran reoxidados; es decir, no era 100% pura. El kilo debía pagarse a 6 mil dólares, pero debieron bajarlo a 5.500.
Este producto era vendido en la playa, donde era más barato, porque quien la recibía era el encargado de llevarla a la ciudad.
Según señaló Rosero, dentro de sus funciones también estaba enviar el dinero a Colombia cuando recibían los cargamentos. Dijo que los envíos se hacían en un avión pequeño de «El Chapo»; que estaba fabricado en fibra de carbón, un material que según descubrieron, hace la aeronave imperceptible ante los radares.
Para favorecer el aterrizaje, describió, el avión llegaba de subida sobre pistas construidas en las montañas. Con lo que lograban reducir significativamente la velocidad. Para despegar, se hacía la operación contraria, el piloto se ubicaba en bajada, para ganar más velocidad previo al despegue.
Dijo que a veces usaban «bajadores», personas que prestan sus nombres para ser el punto de contacto y así mismo el medio de envío. «Barbas» les daba un número de teléfono para conectarlos con la persona que iba a recibir la droga, a fin de que ambas partes le confirmaran la entrega del dinero; usaban un código para identificar quién enviaba y a quién le llegaba el envío. El «bajador» era el encargado de entregarlo.
Todos los participantes eran colombianos, conocían su trayectoria y lugares de residencia, para garantizar que si se perdía el dinero, pudieran cobrarlo.
Rosero declaró que al principio, el límite de pago por «bajador», era de 500 mil o un millón de dólares, pero después las cuotas subieron hasta 5 millones de dólares.
Sobre el dinero, dijo que trataban de usar solo billetes de 100, 50 o 20 dólares, y en ocasiones se usaban de 10. Indicó que intentaban usar aquellos de mayor valor para que la cantidad de billetes fuera más baja.
Rosero nombró a dos personas que funcionaban como punto de contacto entre él y «El Chapo»: alias «Juanito» y alias «El licenciado», a quien vio, en persona, por primera vez, en 2003.
«El Licenciado» es hasta ahora nombrado en medio de este juicio; de ser llamado a aportar en este caso, prometería ser uno de los testigo estrella, sino el más importante, de la fiscalía. Su cercanía con Joaquín «El Chapo» Guzmán y conocimiento detallado del cartel de Sinaloa, habría sido tan grande que, al momento de la captura, de Guzmán Loera, él habría asumido el rol de jefe, heredando el trabajo del hoy acusado.
Ya «Chupeta» había señalado la importancia de que fácilmente pudieran identificar su droga, por lo que utilizaban calcomanías, punto que confirmó Rosero, quien señaló que la marcaban con diferentes nombres, como ‘4×4’, ‘cohete’ o tenían el símbolo del yin y el yang. Los cambios se hacían para evitar ser detectados por las autoridades.
Declaró que en 2004, logró enviar hasta 1.200 kilos de cocaína; en 2005, hasta 1.500 y, en 2006, hasta 5 mil.
El juicio, que cumple ya un mes, concluyó la jornada número 12 con el interrogatorio de la defensa, que una vez más intentó desestimar las versiones entregadas por el testigo. «Barbas», pese a que cometió delitos que pudieron darle cadena perpetua, logró un acuerdo con la fiscalía, en el que a cambio de su testimonio le ayudarían a conseguir documentos para permanecer legalmente en el país, pues considera «es el único lugar seguro que tengo para vivir». Hasta el momento Rosero no ha pagado ni 1 solo día en prisión.
Su historia además resultó llamativa para los presentes en la sala, pues narra que, cuando se entregó a las autoridades estadounidenses en 2007, no sabía que en su contra no existían investigaciones.
Para el cierre de la cuarta semana de juicio se espera que agentes de la DEA y otros funcionarios miembro de grupos de investigación aporten más detalles sobre caletas, incautaciones e investigaciones adelantadas.
- Me gusta 3
- Me encanta 0
- Me divierte 0
- Me asombra 0
- Me entristece 0
- Me enoja 0