El inicio de 2025 marca un punto de inflexión en la relación energética entre Europa y Rusia. La negativa de Ucrania a renovar el contrato con la gasista rusa Gazprom ha provocado el cese definitivo del flujo de gas ruso a través de su territorio. Este hecho, aunque esperado por los analistas, genera una notable incertidumbre en el panorama energético europeo, especialmente en aquellos países sin acceso directo a puertos que permitan la importación de gas natural licuado (GNL), aumentando así su dependencia de gasoductos terrestres.
El impacto del corte ha sido desigual en Europa. Moldavia, una nación no miembro de la Unión Europea, es la más afectada. La región separatista de Transnistria, dependiente del gas ruso, enfrenta una grave crisis humanitaria con cortes de calefacción y agua caliente en pleno invierno. Mientras tanto, Eslovaquia y Hungría, los principales receptores de gas ruso a través de Ucrania dentro de la Unión Europea (UE), se ven obligados a buscar alternativas más costosas, como el GNL importado por barco o el suministro a través del gasoducto TurkStream, que conecta Turquía con Europa.
El TurkStream se ha convertido en la única vía terrestre de entrada de gas ruso a la UE, una situación que refuerza la dependencia de algunos países del sureste europeo de esta infraestructura. Austria, por su parte, ya había cesado las importaciones de gas ruso a través de Ucrania un mes antes del cierre del contrato, lo que obligó a reajustar sus flujos energéticos desde Alemania y Turquía.
Tensiones en el mercado gasista europeo
El mercado gasista europeo, aunque más preparado que en crisis previas, no está exento de tensiones. Los precios del gas han mostrado una tendencia alcista desde mediados de 2024, exacerbada por el cierre del gasoducto ucraniano. El índice TTF neerlandés, referencia en Europa, ha experimentado un aumento del 70 % durante 2024. Este incremento tiene efectos colaterales en el costo de la electricidad, donde las centrales térmicas a gas mantienen un papel relevante.
Además, las reservas subterráneas de gas en Europa, aunque se encuentran en niveles relativamente altos, podrían verse afectadas en los próximos meses. Con la demanda de invierno cerca de sus máximos anuales, los países europeos tendrán que realizar esfuerzos significativos para rellenar sus almacenes en primavera y evitar vulnerabilidades futuras.
El corte del suministro ruso ha acelerado los esfuerzos europeos por diversificar sus fuentes energéticas. La importación de GNL de países como Estados Unidos, Catar y Australia ha aumentado significativamente, con Rusia también participando en este mercado a través de sus exportaciones marítimas. Sin embargo, el GNL representa un costo mucho más elevado que el gas transportado por gasoducto, lo que reduce la competitividad de la industria europea.
Los analistas también destacan la urgencia de una transición hacia fuentes de energía renovable. Aunque la demanda de gas en Europa ha caído un 20 % respecto a niveles previos a la invasión rusa de Ucrania, la dependencia del gas para calefacción y generación eléctrica sigue siendo significativa.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha subrayado la necesidad de aumentar la capacidad de almacenamiento y acelerar la implementación de alternativas sostenibles para garantizar la seguridad energética: energía solar y eólica, biocombustibles, etc.
Divisiones internas sobre el apoyo a Ucrania
El cierre del gasoducto ucraniano ha generado también tensiones políticas dentro de la UE. Países como Polonia han mostrado su apoyo a Ucrania ofreciendo electricidad adicional para compensar posibles cortes de suministro, mientras que Hungría y Eslovaquia han criticado la decisión de Kiev, llegando incluso a amenazar con represalias. Esta situación evidencia las divisiones internas en la UE respecto a cómo gestionar la relación con Rusia y apoyar a Ucrania en el contexto de la guerra.
Por otro lado, Rusia ha redirigido parte de su suministro hacia Asia, especialmente a China, a través del gasoducto Power of Siberia. Este movimiento refuerza los lazos energéticos entre Moscú y Pekín y reduce parcialmente el impacto económico de la pérdida del mercado europeo.
A medida que Europa avanza hacia un panorama energético más diversificado, el cese del suministro ruso a través de Ucrania marca el fin de una era de interdependencia energética. Los retos inmediatos incluyen mantener la estabilidad del suministro, controlar los costos energéticos y garantizar una transición ordenada hacia fuentes renovables.
El escenario actual también subraya la importancia de la cooperación internacional para abordar las vulnerabilidades energéticas y construir un sistema más resiliente y sostenible. Mientras tanto, el corte del gas ruso sirve como un recordatorio de cómo los eventos geopolíticos pueden redefinir las dinámicas del mercado global, afectando tanto a gobiernos como a consumidores.
Armando Alvares Garcia Júnior, PDI. Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.