Julio 15, 2021

Contra el dolor, pastillas de imaginación

Contra el dolor, pastillas de imaginación

En una sociedad tirana de lo superfluo, que impone el positivismo nocivo y aspira a la felicidad absoluta, la solución de problemas queda relegada a la voluntad, subyugada al lema “si puedes imaginarlo, puedes lograrlo”.

La imaginación es aquella capacidad humana que permite generar voluntariamente imágenes mentales, ideas, pensamientos o sentimientos intangibles. Personalidades como Alfred Hitchcock, Octavio Paz, Bécquer o Prusiner la ensalzaron como cualidad transformadora, preámbulo del descubrimiento e impulsora del progreso técnico y científico. No obstante, ello no la convierte en una solución omnipotente derivada de la pericia creativa de quien la posea, como un don. Contrariamente, la imaginación es una cualidad entrenable.

Fue Kant quien afirmó que “en las tinieblas, la imaginación trabaja más activamente que a plena luz”. Desgraciadamente, una de las mayores tinieblas que asola nuestra sociedad es el dolor crónico. Considerado una epidemia creciente, afecta al 19% de los adultos europeos y al 18% de la población española.

Concretamente, el dolor lumbar es la condición crónica más costosa y prevalente de Europa en edad productiva. Se relaciona con la presencia de alteraciones físicas, psicológicas y cerebrales de índole estructural, funcional y neuroquímica. Dichas alteraciones desencadenan un fenómeno neurofisiológico conocido como sensibilización central, una hipersensibilidad al dolor mediada por una mayor susceptibilidad celular y la percepción dolorosa de estímulos inocuos.

Cuestionémonos, de la panacea a la certeza: ¿existen evidencias que permitan considerar a la imaginación como una estrategia terapéutica contra el dolor?

El aprendizaje del cerebro al servicio de la imaginación

Sherlock Holmes afirmó:

“Soy un cerebro, Watson, el resto es un mero apéndice”.

Ciertamente, el cerebro es el responsable de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. Gracias a los avances en neurociencia, ha pasado de considerarse un órgano invariable a comprenderlo como aquél capaz de modificar su función y estructura según las influencias endógenas y exógenas.

En palabras de Santiago Ramón y Cajal, “todo hombre puede ser, de proponérselo, escultor de su propio cerebro”. Investigaciones actuales permiten afirmar que el cincel que esculpe el alma mater de nuestro sistema nervioso central es la neuroplasticidad. Esto es, la capacidad de aprendizaje y adaptación al cambio que tiene nuestro cerebro en respuesta a las demandas fisiológicas, modificaciones del entorno o situaciones sobrevenidas, como las lesiones.

Gracias a la neuroplasticidad se generan modificaciones en el tejido nervioso, que preceden el establecimiento de nuevas conexiones neuronales y constituyen la base de la rehabilitación y el aprendizaje. Esta cualidad explica que el ejercicio físico cambie las conexiones cerebrales o que pueda sentirse dolor ante la imaginación de movimientos considerados amenazantes.

En el ámbito de la rehabilitación, se ha adoptado el término imaginería motora para describir la capacidad de imaginar movimientos sin realizarlos. Su interés científico radica en que comparte redes neuronales, respuestas del sistema nervioso autónomo y procesos cognitivos similares a la ejecución motora. Después de todo, activa las mismas áreas cerebrales implicadas en el movimiento real: la corteza motora primaria, el área motora suplementaria, el área motora presuplementaria y las regiones dorsal y ventral de la corteza premotora, entre otras. Eso sí, en menor medida.

¿Me puedo curar sólo con imaginar?

El filósofo y psicólogo argentino José Ingenieros dijo sobre la imaginación que es indivisible de la experiencia. La experiencia clínica y científica señala al ejercicio físico y la educación sobre el dolor como los abordajes rehabilitadores más relevantes para la restitución del dolor lumbar crónico por su efectividad, bajo coste y seguridad. No obstante, siguen siendo ineficaces porque parten del enfoque biomédico, que asocia las patologías únicamente al daño estructural, obviando las alteraciones en los mecanismos de procesamiento del dolor en el cerebro, como la sensibilización central.

La comunidad científica reclama la necesidad de diseñar tratamientos enfocados a la restitución de estos déficits cerebrales. La imaginería motora, que se está investigando actualmente desde el grupo de Neurociencia Cognitivo-Afectiva y Psicología Clínica (CANCliP) de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), podría suponer una ventaja al permitir la activación de áreas cerebrales directamente relacionadas con la modulación del dolor y el movimiento sin exponer a los pacientes a situaciones susceptibles de incrementar la sintomatología. Este enfoque es consistente con la exposición gradual al movimiento, ampliamente aplicada y respaldada en intervenciones de rehabilitación.

Aunque estudios realizados sobre personas sanas apoyan que practicar imaginería motora previa al movimiento promueve el aprendizaje de nuevas habilidades motoras, la evidencia científica disponible actualmente, aún escasa en patologías crónicas y mayoritariamente proveniente de un grupo de investigación, no apoya su administración como único tratamiento.

Abordar el dolor desde el cerebro

Entonces, ¿conviene invertir esfuerzos en investigar la imaginería motora? Actualmente constituye una de las alternativas disponibles para abordar el dolor desde el cerebro. Aunque la presencia de dolor dificulte la generación de imágenes mentales visuales y motoras, una revisión reciente apoya que la imaginería motora asociada a los tratamientos habituales favorece la reducción de la intensidad de dolor) en pacientes con dolor crónico.

Afrontar el dolor desde el sistema nervioso favorece atender unitariamente a los tres factores directamente relacionados con la aparición y mantenimiento del dolor:

 

    1. Las alteraciones físicas, mediante el ejercicio y el reaprendizaje motor;

 

    1. Las alteraciones psicológicas, a través de la educación terapéutica;

 

    1. Las alteraciones cerebrales, gracias a la exposición gradual y la aproximación progresiva a los retos motores, favoreciendo cambios neuroplásticos adaptativos.

 

Sabemos que la imaginería motora es capaz de incrementar la representación del cuerpo en el cerebro y revertir cambios neuroplásticos maladaptativos, hecho que favorece el “reaprendizaje” del cerebro gracias a la desvinculación de la relación movimiento/dolor prevalente. No obstante, todavía falta evidencia científica que apoye su uso clínico.

La ciencia es, en sí misma, la combinación de la imaginación y la destreza técnica de quienes ponen sus ideas al servicio de la sociedad. La imaginación como motivación, transformación y, ahora, como tratamiento ofrece un nuevo horizonte por descubrir. De momento, comencemos por cambiar el “si puedes imaginarlo, puedes lograrlo” por el “si puedes imaginarlo, tu sistema nervioso está más cerca de conseguirlo”.


Este artículo resultó finalista de la primera edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.The Conversation


Nuria María García Dopico, Investigadora predoctoral, Universitat de les Illes Balears

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original. Shutterstock / Triff

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