Cómo salir de tu zona de confort para moverte a la zona de valentía
Por Daniel Colombo | La zona de confort, también mencionada muchas veces como zona de comodidad, es un estado psicológico que tú mismo creas dentro, en el que te sientes dentro de los parámetros que has establecido, sin riesgos y hasta con aburrimiento de hacer siempre lo mismo. Sin embargo, cuando quieres alcanzar un objetivo, entras en un estado que puede ir de la adrenalina al miedo, pasando por el pánico, por el que te resulta especialmente difícil moverte de allí.
La zona de confort tiene un propósito adaptativo, puesto que está conformada por lo que ya eres, lo que traes, lo que has aprendido desde que naciste y las experiencias -buenas o fallidas- que ves en tu entorno. Es justamente ese entorno el que puede encerrarte, sólo si tú lo permites.
Así, ese gran campo de confort configura una modalidad de vida en la que no necesitas hacer esfuerzos, la motivación generalmente se apoya de afuera hacia dentro, y esto te limita completamente para aprender y tomar cualquier tipo de riesgos. Es así porque lo eliges en forma consciente o inconsciente, para vivir más cómodamente.
La paradoja es que la zona de confort, con el tiempo, se vuelve muy incómoda, debido a que, si tienes metas, objetivos y te gusta evolucionar a través de retos, desafíos y conquistas, una parte tuya está tan acostumbrada que parece adormecida. Y allí aparece esa tensión que te tira continuamente a no moverte por fuera de lo conocido.
Déjame contarte algo: hay dos polos dentro de la zona de confort:
- Un extremo menos negativo: en el que te sientes, vives y mueves con comodidad, aunque sabes a consciencia que no usas todo tu potencial. Es el caso cuando encuentras una relación de pareja que no te satisface del todo, aunque eliges seguir allí por conveniencia; o un trabajo en el que, por la paga que recibes, es lo único significativo para ti.
- Un extremo más negativo: fundamentalmente lo sientes, lo vives y te desgasta. Sin embargo, por miedo y por tu costumbre a la comodidad, no te animas a cambiar. Este sería el caso cuando sigues en el trabajo, aunque te sientas explotado y sometido; o cuando mantienes malos hábitos, que deberías abandonar, y sin embargo, no lo haces. Todo esto conlleva malas consecuencias al final.
Palabras de un gigante: “El que no es lo suficientemente valiente como para tomar riesgos no logrará nada en la vida”–Muhammad Ali.
Un ejemplo de zona de confort extraído de la historia
Era el año 1480. Cristóbal Colón estaba ya casado y tenía un hijo. La zona de comodidad era viajar por Europa, territorios cercanos. Su esposa se llamaba Felipa Moniz, hija del conquistador de las Islas Madeira. Desde esa situación, estaba bien y no pasaba problemas económicos.
Doce años después, un 3 de agosto de 1492 salió hacia América, sin conocer en absoluto con lo que pudiese encontrar. Piensa en una época donde se decía que, justo hacia el oeste, estaba el fin del mundo y que había gigantescos monstruos en los mares. Tuvo una travesía que se puede llamar de cualquier forma, menos tranquila. Motines, temporales interminables, enfermedades a bordo. Hasta que un día, Rodrigo de Triana, el grumete arriba del mástil, gritó “¡Tierra!” y llegaron a una isla de Bahamas, llamada Guanahani. Cristóbal Colón dudaba haber llegado a las Indias y que había dado la vuelta al mundo; lo nombraron Virrey y Gobernador, pero su gobierno en Centroamérica no fue lo que hoy se conoce como democrático.
«Todos tus objetivos, siempre, están más allá del miedo». Daniel Colombo
La incomodidad de lo desconocido
La inmensa mayoría de las personas se quejan permanentemente de “este mundo cruel” y, sin embargo, hacen muy poco para cambiar las cosas. Como la queja no construye ni modifica las situaciones, si se quiere dar un gran paso es necesario saltar a lo nuevo.
Este paso hacia lo desconocido y con resultado incierto, como en la historia de Colón, puede tener sus recompensas. Lo paradójico es que, con el tiempo, para la mayoría se les hace costumbre quedarse quietos, anclados donde están, sin más entusiasmo que ver la vida pasar. Puede que haya algún acontecimiento especial en el medio; sin embargo, lo vivirán como encendiendo una y otra vez un fósforo usado: hay un momento que se quema por completo, y no generó nada nuevo más que un instante.
El peso de las creencias
Todo lo que no generas en la vida, en algún momento lo has decidido así. Lejos quedó la excusa de la falta de oportunidades o de dinero. Hay millones (por no decir cientos de millones) de ejemplos de personas comunes que comenzaron de cero, y conquistaron sus proyectos.
Esto se define por un temperamento hacedor, que se la juegan más allá de las dificultades y el proceso incómodo para lograrlo.
Para lograr las metas hay que esforzarse, y esto es, justamente, lo que muy pocas personas están dispuestas a hacer por ellos mismos. Piensan que debe haber otro como proveedor y para satisfacerles los deseos. Quiero revelarte, por fin, que la Lámpara de Aladino con un genio atrapado es sólo un relato, y que el único que puede frotarla y lograr algo, eres tú.
Si desde pequeño fuiste educado en base a la poca estima personal, el no, el pero, y tantas otras formas limitantes, así será toda tu vida, hasta que te animes a desafiar esas creencias. Entonces, para salir de la zona de confort y llegar a tu zona de valentía, hace falta:
- Moverse
- Esforzarse
- Atravesar la incomodidad permanente
- Exponerse a resultados inciertos
- Tomar decisiones permanentemente
- Aceptar la posibilidad del fracaso
- Y finalmente, lograr el objetivo, cualquiera que sea, y de la forma en que venga.
En cualquier escenario se produce algo sumamente enriquecedor: la zona de aprendizaje. Escalones de crecimiento por el que ya no volverás a ser el mismo. Y por esto valió la pena el esfuerzo.
“Tu perspectiva de la vida proviene de la jaula en la que estás cautivo”. Shannon L. Alder
Cuando te pones una meta y te mueves hacia adelante
En el momento exacto en que te diriges desde tu zona de confort al límite con tu expansión, aparece el miedo. Por lo general se manifiesta en forma de excusas de lo más absurdas; sin embargo, logran que permanezcas donde estás y no des el siguiente paso.
Al llegar al límite de la zona conocida, tienes que tomar la decisión principal: asumo el riesgo y continúo adelante, o me retraigo y vuelvo a mi caparazón de aparente seguridad.
Si decides avanzar, hay algo grandioso esperándote: nuevas experiencias, relaciones, personas que enriquecerán tu vida, y el sentido de logro.
La noticia no tan buena es que, una vez que incorporas lo nuevo en tu vida, eso mismo extiende tu zona de confort, y pasa a ser parte de lo cotidiano. Allí puedes asumir un nuevo reto, y seguir expandiéndote.
Volvamos a tu zona de aprendizaje y valentía. Te trae recompensas automáticas:
- Lideras tu vida: te fortaleces
- Descubres aspectos nuevos de ti y los demás
- Observas el mundo en una perspectiva diferente
- Sientes el “Yo puedo” en primera persona
- Dejas de criticar a los demás, porque estás enfocado en tus logros y objetivos
- Inspiras a los demás
- Procesas más información
- Incorporas rápidamente conocimientos y experiencias
- Aprendes a tomar riesgos calculados
- Mejoras tu auto estima
- Tienes más control sobre tu vida
- Accedes a un nuevo nivel, lo que sea que esto represente para ti
- Conformas un mapa de vida más rico
- Disminuye el estrés
- Estás auto motivado todo el tiempo (desde adentro hacia fuera)
- No dependes de la opinión de los demás
- Lo haces porque sientes que necesitas tomar esa acción para tu vida.
Una vez que te entrenas lo suficiente en moverte de la zona cómoda, pasando por la de aprendizaje y hasta la de valentía, llegas a una zona óptima, donde tu vida empieza a sonar como una orquesta muy bien afinada. Con altibajos como suele suceder, aunque sin trabas que te impidan conquistar todo lo que te propongas.
La persistencia en el propósito es lo que marca la diferencia. Y desde allí, te aseguro, el paisaje es maravilloso.
Foto: Shutterstock
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