Caso resuelto: así destapamos tuberculosis en humanos causadas por animales
Los autores cuentan cómo descubrieron varios focos de infección de tuberculosis transmitidas por cabras gracias a la genómica y una investigación epidemiológica con tintes detectivescos.
Es bien conocido que la tuberculosis es una enfermedad principalmente respiratoria producida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis y que se transmite entre personas mediante la inhalación de aerosoles producidos cuando un enfermo tose o habla.
Pero lo que a lo mejor no todo el mundo sabe es que, aparte de Mycobacterium tuberculosis, existen otras bacterias de la misma familia que no se propagan entre humanos, sino que infectan a animales y, después, a los individuos que se exponen a ellos. Es lo que se denomina zoonosis o infección zoonótica.
De las cabras a los humanos
Una de estas especies, Mycobacterium caprae, infecta tanto al ganado –caprino, ovino…– y a especies salvajes como a personas que tienen contacto profesional con animales contagiados o que consumen su leche sin pasteurizar. Y esos individuos desarrollan una tuberculosis clínicamente indistinguible a la causada por Mycobacterium tuberculosis.
Esto, unido al hecho de que en los laboratorios de diagnóstico no es frecuente aplicar técnicas que diferencien a ambas bacterias, hace que no siempre se detecten las infecciones por Mycobacterium caprae.
En un reciente número de Eurosurveillance, revista del Centro Europeo de Control de Enfermedades Infecciosas, presentamos el estudio de una zoonosis por M. caprae que, por los aspectos antes comentados, había pasado desapercibida durante más de una década.
La identificación fue posible gracias a la secuenciación de los genomas de las bacterias, una metodología que nos permite llevar a cabo comparaciones de diferentes cepas y saber entre qué personas ha habido transmisión de la enfermedad. Así pudimos saber que los pacientes en cuestión estaban infectados por M. caprae.
En busca del origen de la infección
Tras este hallazgo, investigamos las causas de la infección, lo que nos llevó a descubrir que los pacientes eran propietarios de una explotación ganadera de cabras. A diferencia de las explotaciones de vacas y otras especies de ganado, el estudio sanitario del ganado caprino no es obligatorio, lo que podía explicar por qué los ejemplares infectados habían pasado inadvertidos. Tras analizarlos, se concluyó que, en efecto, una proporción importante de ellos lo estaban.
De nuevo, el análisis genómico y la comparación del ADN de las bacterias fue fundamental para demostrar que el origen de la zoonosis era la explotación caprina. Un estudio más detallado de todas las cepas de las cabras infectadas indicó que entre ellas había pequeñas diferencias genéticas –mutaciones– que indicaban que habían evolucionado a partir de alguna cepa parental en el pasado. Además, nos permitió entender que la explotación había estado infectada durante años sin que se sospechara.
Salen a la luz nuevos casos ocultos
Tras este hallazgo, nos preguntamos si podían haber ocurrido casos similares en otros diagnósticos de tuberculosis humana. Para responder a esa pregunta realizamos análisis a todas las cepas obtenidas en los últimos veinte años en esa misma zona. Así comprobamos que había otros once casos considerados tuberculosis “convencionales”, pero que, en realidad, correspondían a M. caprae.
El análisis en detalle reveló que la mayor parte estaban relacionados con actividades profesionales ganaderas o el consumo de productos lácteos no pasteurizados. También pudimos identificar cepas distintas entre sí, lo que sugería la existencia de otras explotaciones infectadas en estos años en diferentes localizaciones geográficas.
Por ello, el estudio se extendió a poblaciones limítrofes. Y aparecieron nuevos casos de tuberculosis zoonótica debida a diferentes cepas de M. caprae.
Curiosamente, no siempre encontramos una exposición profesional de los enfermos al ganado, aunque sí que vimos que pertenecían al mundo agrario. Nuevamente, el estudio genómico reveló que las cepas implicadas en las diferentes infecciones eran muy semejantes genéticamente, lo que sugería un posible foco de exposición común.
Estos datos justificaron una nueva entrevista a los enfermos y un estudio más detallado de su entorno profesional y de sus actividades. Así descubrimos que había pequeños rebaños de cabras no regularizados que frecuentaban las cercanías de las explotaciones agrícolas donde los infectados trabajaban. En ocasiones, los restos de la producción agrícola se ofrecían como alimento a estos rebaños.
Aprovechemos el potencial de la genómica
Nuestro estudio demuestra el enorme potencial del análisis genómico en tuberculosis, acompañado de una investigación epidemiológica refinada. Y esto se puede hacer extensivo a otros patógenos, como se ha demostrado en la vigilancia de la transmisión del SARS-CoV-2 durante la pandemia.
Precisamente a raíz de la covid-19, se ha dotado con equipos de secuenciación a numerosos hospitales, y se ha entrenado al personal de laboratorio en este nuevo lenguaje. Sería una oportunidad perdida si estos equipos no se aplicaran a mejorar la vigilancia de la tuberculosis, la primera causa global de muerte por un agente infeccioso hasta la llegada del coronavirus.
Darío García de Viedma, Responsable del laboratorio de Genómica Microbiana del Servicio de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón. Facultativo especialista en Microbiología. Doctor en CC Biológicas, Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón IiSGM ; José Antonio Garrido Cárdenas, Profesor del Departamento de Biología y Geología, Universidad de Almería; Laura Pérez García, Co-responsable del laboratorio de Genómica Microbiana del Servicio de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón, Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón IiSGM y Miguel José Martínez Lirola, Facultativo Especialista en Microbiología , Junta de Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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