Todos deberíamos ser renacentistas
Alberto Sols Rodríguez-Candela, Universidad Europea
Los complejos problemas sociales a los que nos enfrentamos hoy en día requieren auténticos profesionales con visión de conjunto y capacidad de integrar múltiples disciplinas, como modernos hombres y mujeres del Renacimiento.
Sin embargo, en términos relativos cada vez sabemos menos. Aunque es cierto que aprendemos muchas cosas, las fronteras del conocimiento se expanden tanto y tan rápido que cada vez es más lo que ignoramos. Y para rematar la cuestión, con frecuencia no sabemos integrar bien lo aprendido. Todo ello nos aleja de ser esos nuevos profesionales del Renacimiento en los que deberíamos convertirnos.
La educación fragmentada
En cualquier carrera los estudiantes cursan múltiples asignaturas, entre otras cosas porque ningún profesor lo sabe todo. Ese fraccionamiento en la docencia se realiza por nuestra propia conveniencia. El dividir el conocimiento en asignaturas permite que personas con suficiente dominio de esas materias compartan su saber.
La hipótesis subyacente es que el estudiante es capaz de integrar los conocimientos que adquiere en las diferentes asignaturas para abordar con una visión global los problemas a los que se enfrenta. Sin embargo, eso con frecuencia no ocurre. Se generan compartimentos casi estancos de conocimiento que limitan nuestra capacidad de añadir auténtico valor a los proyectos en los que participamos.
El inconveniente es que los problemas reales no presentan esa división en áreas temáticas. Son necesidades u oportunidades detectadas complejas, y cuyo análisis y resolución, en forma del diseño y desarrollo de sistemas que las satisfagan, requiere de la integración de múltiples áreas de conocimiento y de las sinergias que ello genera.
Es necesario integrar lo aprendido y para ello nada mejor que el poner sistemáticamente en práctica el análisis de los problemas bajo un punto de vista global.
Visión holística
Acostumbrarse a analizar cualquier situación bajo todos los ángulos posibles, separando el problema de la solución e incorporando las consideraciones de todos los grupos de interés, ayuda a consolidar y combinar los conocimientos adquiridos.
La ingeniería de sistemas, que se caracteriza por la visión de conjunto y por la separación del problema y la solución, se convierte en una disciplina auténticamente integradora. Esto facilita la puesta en práctica de todos los recursos obtenidos y su combinación con los del resto de profesionales que participen en un proyecto socio-técnico complejo. Así se consigue que uno más uno sean más que dos.
Se habla siempre de la innovación y la mayor parte de los enfoques se orientan a desarrollar o perfeccionar soluciones ya conocidas, lo que es en sí mismo una contradicción. Innovar es pensar de manera creativa. La ingeniería de sistemas también se caracteriza por la generación y consideración de múltiples posibles soluciones.
Definir primero las capacidades que se necesitan, en forma de requisitos independientes de la solución, y pensar después en las diferentes maneras en las que pueden satisfacerse, lleva a identificar soluciones innovadoras. Los smartphones constituyen un gran ejemplo.
La primera generación de teléfonos móviles replicó el sistema conocido de marcación, empleado en las líneas fijas. Hasta que alguien se preguntó para qué se usaba el móvil, que entre otras cosas era para llamar a alguien, y se preguntó después de qué manera podía indicarle el usuario a su móvil con quién quería hablar.
Esa manera de pensar, separando dominios, llevó a identificar otras soluciones bien conocidas hoy, como son la pantalla táctil y el reconocimiento de voz. Quién sabe qué nuevas maneras de comunicarnos con nuestros smartphones veremos en un futuro no muy lejano. La ingeniería de sistemas facilita la tan deseada innovación al separar la necesidad de la manera en la que ésta se resuelve o satisface.
Aprender ingeniería de sistemas
El dilema es cuándo empezar a pensar de esa manera, cuándo estudiar ingeniería de sistemas. En muchas universidades existen programas de máster o doctorado. Sin embargo, tanto la enseñanza escolar como la gran mayoría de grados se centra en ese aprendizaje en departamentos. Cada asignatura se estudia por separado y lo que en ella se aprende se pone en práctica sin realmente integrarlo con otras áreas de conocimiento.
Es necesario educar desde la infancia con una visión global de los problemas o las oportunidades. Aunque sigamos aprendiendo cada asignatura con un profesor diferente, por pura necesidad y conveniencia, debemos ser capaces de ensamblar intelectualmente esas piezas para formar un gran puzle del conocimiento. Así seremos capaces de enfrentarnos con éxito a los problemas de complejidad creciente a los que se enfrenta la Sociedad, caracterizados por sus aspectos técnicos, económicos, sociales, éticos, culturales, medioambientales, etc.
La ingeniería de sistemas es la mejor forma de desarrollar esa visión de conjunto y esa capacidad de integrar conocimiento que nos ayudará a ser mejores renacentistas.
Alberto Sols Rodríguez-Candela, Director de la Escuela de Arquitectura, Ingeniería y Diseño, Universidad Europea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original. | Foto: Unplash
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