Octubre 31, 2011

Responsabilidad Social Corporativa y la Crisis Hipotecaria de 2008

Responsabilidad Social Corporativa y la Crisis Hipotecaria de 2008

La responsabilidad Social Corporativa (RSC) se define como “la forma de conducir los negocios de las empresas que se caracteriza por tener en cuenta los impactos que todos los aspectos de sus actividades generan sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general.” (Observatorio de RSC, 2011)

Vivimos en un mundo globalizado. Lo que pasa “aquí” tarde o temprano terminará afectando “allá”. El creciente desarrollo económico que han tenido diversas naciones se debe en gran medida a la adopción de un sistema económico de libre mercado o capitalista. Esto ha traído como consecuencia una mayor eficiencia derivada de una mayor competencia, así como una gran explotación de recursos y un alto consumismo. El gobierno corporativo de las empresas ha ido evolucionando y se identifica, hoy en día, el empleo de modelos orientados hacia la Maximización de la Riqueza de los Accionistas (SWM, por sus siglas en inglés) . Esto es especialmente observable en el sector financiero a nivel global.

Durante la crisis hipotecaria que se dio en 2008, se identificaron muchas prácticas irregulares por parte de instituciones financieras que atentaban contra el bien común. Derivada de una fuerte desregulación, conflictos de intereses de diversos individuos con altos cargos en el sector financiero, político y académico, aunada a la comercialización de los CDOs (Collateralized Debt Obligation), instrumentos derivados con altísimo riesgo, la crisis hipotecaria afectó al mundo entero.

Muchas compañías como Merryl Lynch, Lehman Brothers y AIG Financial Products, así como las empresas calificadoras Moody’s Investors Services, Fitch Ratings y Standard & Poor’s, entre otras, colaboraron a crear esta gran burbuja que explotó en 2008 y que dejó sin trabajo, sin casa y sin ahorros a más de 10 millones de personas. ¿Fue esto resultado de la avaricia del ser humano? ¿Existe realmente una conciencia moral y responsabilidad social en el siglo XXI? ¿La educación moral empleada en la actualidad es la correcta? ¿Es responsable el hombre de la paulatina destrucción de su medio?

La libertad es el fundamento de la ética y una capacidad del ser humano de relacionarse con su entorno. Pero toda libertad requiere de responsabilidad. No obstante, en la actualidad se emplea una errónea o muchas veces nula educación moral que ha llevado a pensar muchas veces que el fin justifica los medios.

Así pues, en pleno siglo XXI, se presenta la denominada pleonexia, definida por Platón como “el apetito insaciable de cosas materiales”. Existe una gran confusión entre la maximización de la riqueza y la maximización del dinero. En algunos casos, nuestros comportamientos como sociedad pueden derivarse de un mal entendido idealismo patológico en el cual el ser humano puede manipular el mundo a su antojo bajo el fundamento de que él es el arquitecto que lo construye; esto denota objetivos de naturaleza instrumental para satisfacer las necesidades ilimitadas, sin importar lo que pase alrededor.

Durante la crisis hipotecaria que comenzó en U.S.A., gobernadores de la Reserva Federal, CEOs de diversas instituciones de banca, presidentes de organismos reguladores y de las más renombradas universidades de este país, acumulaban millones en riqueza personal, sabiendo las consecuencias que con ello provocarían. El problema en sí no es el dinero, es la no saciedad del ser humano, la irresponsabilidad hacia con la sociedad, hacia el medio ambiente y el planeta tierra mismo, el cual tiene un valor intrínseco altísimo.

La constante mentalidad de querer más y más también ha ido ensanchando la brecha de la distribución de la riqueza. El 40% de la población más pobre del mundo posee el 5% del ingreso global, mientras que el 20% de la población más rica posee tres cuartas partes del ingreso mundial. (Shah, 2010)

A pesar de que no se nos puede obligar a hacer cosas que no queremos, no es posible dejar pasar por alto la desgracia ajena. La justicia distributiva – planteada por Aristóteles y John Rawls – juega un papel importante, pues considera una distribución equitativa del ingreso. Los entes sociales más afortunados pueden destinar parte de sus recursos a los entes más desafortunados, con el fin de provocar un equilibrio, crecer como sociedad y como personas.

Por otra parte, es importante aplicar en este contexto principios como el de totalidad y el del doble efecto/voluntario indirecto. En cuestiones sociales y ambientales, es imprescindible que se prefiera el bien del planeta o de la sociedad como un todo, al bien de unos pocos. Asimismo, las compañías deberían considerar el principio del doble efecto. Si bien las consecuencias negativas no se pueden eliminar por completo, se busca que los efectos positivos sean mayores que los negativos y que sus intenciones sean siempre positivas.

Las corporaciones deberían tener en cuenta estos principios para moverse a modelos de gobierno corporativo que maximicen la riqueza de todas las partes que están interesadas en una determinada empresa; es decir, accionistas, administradores, comunidad y gobierno, entre otros. Como ejemplo, tenemos instituciones financieras en países desarrollados como Alemania y Japón. Estas sociedades han impuesto regulaciones para que se respete el principio de universalidad – el cual comprende ciertos valores que son importantes para todas las personas y que por tanto todos debemos respetar – y que las compañías no solamente velen por sus propios intereses, sino que contribuyan a un bien social.

Concluyendo podemos decir que todo está basado en la educación moral. Son formas de pensar las que se tienen que moldear, cosa que no es posible realizar de la noche a la mañana. Se debe enseñar el proceso de valorización correcto para que el ser humano sea capaz de ser consciente de los valores con los que se rige su sociedad, entenderlos, aceptarlos y evolucionar con ellos. Debemos cuidar nuestro entorno, pues el planeta tierra se está deteriorando a una velocidad asombrosa. Si, además, proveemos de recursos a los menos afortunados, se genera un ciclo sostenible en donde únicamente se obtengan los recursos necesarios para subsistir.

El sentido de justicia, equidad, empatía y colaboración son fundamentales para desarrollar una responsabilidad hacia con la sociedad y nuestro medio ambiente. Como Aristóteles mencionaba, las acciones repetidas generan hábitos y éstos tienen el potencial de convertirse en virtudes.

Una colaboración de
Cecilia Acosta García
cecilia.acosta1@hotmail.com
para @Culturizando

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