¿Por qué las mujeres menstrúan y otros muchos animales no?
Solo un puñado de hembras de mamíferos, incluido el ser humano, experimentan el ciclo menstrual. Algunos expertos apuntan a que es una ventaja evolutiva, ya que aumentaría las posibilidades de tener descendencia.
La menstruación es un fenómeno muy raro en la naturaleza. Sin embargo, las mujeres menstrúan alrededor de 480 veces en la vida.
Solo experimentan este proceso algunas hembras de mamíferos: además del Homo sapiens, ciertos primates no humanos, determinados murciélagos, la musaraña elefante y el ratón espinoso egipcio. Como le ocurre a nuestra especie, su útero se prepara por defecto a la llegada de un potencial embrión y, si no llega, se autodestruye con la menstruación.
Pero en la mayoría de las hembras de los mamíferos, la reproducción está regulada por el ciclo estral, que explicaremos más adelante. Entonces, ¿por qué algunos animales desarrollaron esa rareza llamada menstruación? Veamos cuáles son las diferencias entre ambos mecanismos biológicos.
Así se prepara el ovulo para la fecundación
Durante la preparación para el apareamiento y el embarazo, el cuerpo femenino experimenta diversos cambios fisiológicos. La ovulación, que implica la liberación de un óvulo de un folículo ovárico maduro, es inducida por un aumento en la producción de estrógenos, que estimulan la liberación de la llamada hormona luteinizante.
En especies con ciclo menstrual, la ovulación es cíclica y no depende del entorno. Esto se atribuye a una dieta omnívora, que proporciona una fuente continua de energía a través de frutas, insectos y pequeños vertebrados. Como resultado, las hembras que menstrúan no están condicionadas por señales de apareamiento y pueden reproducirse en cualquier época del año.
En cambio, la ovulación de las especies con ciclo estral se desencadena por factores ambientales, como la nutrición, la temperatura, la lluvia, la luz o la estimulación mecánica durante el coito. Esto ocurre en una ventana de tiempo específica llamada “estro” o “celo”.
Decidualización: el útero acoge la llegada del embrión
Después de la ovulación, el folículo ovárico que liberó el óvulo se transforma en el denominado cuerpo lúteo. Este produce progesterona, una hormona crucial para que pueda producirse la implantación del embrión.
En el caso de los animales que menstrúan, el endometrio –la capa más interna del útero– se prepara para la implantación embrionaria sin que la hembra esté embarazada. Este proceso se llama decidualización espontánea y es inducido por el cuerpo lúteo.
De hecho, la progesterona promueve la diferenciación –es decir, la especialización– de células estromales endometriales en células estromales deciduales. Estas últimas secretan moléculas que mantienen el cuerpo lúteo en funcionamiento y atraen a las células asesinas NK, células inmunitarias que promueven una extensa remodelación de los vasos sanguíneos del endometrio. Así se facilita la implantación del embrión y se evita su rechazo por el sistema inmune de la hembra.
Todo esto no pasa en las especies con ciclo estral, donde la decidualización es inducida por los mismos embriones cuando comienzan a invadir el endometrio.
Apareamiento y fecundación
En casi todas las especies que experimentan ciclo menstrual, el apareamiento es continuo y no depende ni de factores externos ni del estado reproductivo de las hembras. En cambio, las hembras con ciclo estral solo son receptivas durante el estro, una o más veces al año.
En ambos casos, cuando se produce la fecundación, el óvulo fecundado por el espermatozoide empieza un proceso de división celular hasta llegar al estadio embrional de blastocisto. Mientras tanto, el embrión se desplaza del oviducto al útero, donde podrá implantarse en un endometrio ya decidualizado (en las especies con ciclo menstrual) o tras inducir la decidualización (en las especies con ciclo estral).
Placentas invasivas y superficiales
El embrión se implanta en el endometrio a través una capa de células, el trofoblasto, que posteriormente formará la placenta.
Si la hembra experimenta ciclo menstrual, la invasión del trofoblasto es profunda, lo que da como resultado una placenta que atraviesa el epitelio uterino y los vasos sanguíneos maternos.
En algunas especies de ciclo estral, este proceso puede ser superficial; es decir, no hay invasión de los vasos sanguíneos maternos, ni siquiera del epitelio uterino. Curiosamente, este tipo de placentas son evolutivamente más modernas y permiten el mismo intercambio de gases y nutrientes que las invasivas.
Mientras que ciertas especies de ciclo estral pueden desarrollar placentas invasivas –por ejemplo, los roedores–, ninguna de los animales menstruantes cuenta con una placentación superficial.
¿Una ventaja evolutiva?
¿Y a qué se deben todas estas diferencias? Un estudio sobre la evolución de la menstruación defiende que las especies con decidualización espontánea tienen una mayor capacidad de supervivencia y una mayor probabilidad de generar descendencia. Se han propuesto dos teorías para explicar esta ventaja evolutiva.
La primera hipótesis se basa en la invasión excesiva del trofoblasto que da inicio a la placentación. La respuesta del útero a esta invasión “bárbara” sería la decidualización. Gracias a este proceso, las células deciduales, conectadas por uniones estrechas, forman una especie muralla defensiva.
Adicionalmente, con la ayuda de las células asesinas NK, producen factores que no solo limitan la invasión del embrión, sino que además inducen la muerte de células embrionarias que evaden las defensas de su ejercito. Sin decidualización, la invasión sería aún más profunda y produciría daños irreversibles al útero.
Según la segunda teoría, las células deciduales serían capaces de detectar embriones cromosómicamente anómalos que no consiguen establecer conexiones con el suministro sanguíneo materno. Con la menstruación, estas células se desprenden, eliminando embriones anómalos y evitando una inversión materna inútil en embarazos problemáticos.
A fin de cuentas, la menstruación es una ventaja evolutiva a favor de los genes maternos, que intentan limitar la transferencia excesiva de recursos al feto, y en contra de los genes fetales, que intentan extraer tanto como sea posible de la madre para asegurar su propagación.
Coda: el inicio de un nuevo ciclo
Cuando no hay embarazo, sin el embrión y su placenta, no se producen las hormonas necesarias para el mantenimiento del cuerpo lúteo y la producción de la progesterona. Si esta hormona falta, el endometrio de las especies con ciclo estral simplemente se reabsorbe.
Sin embargo, la ausencia de progesterona en las hembras menstruantes provoca una reacción inflamatoria que induce la descomposición de la matriz del tejido endometrial, provista de numerosos vasos sanguíneos. La integridad estructural del armazón uterino se pierde y la sangre de las arteriolas endometriales es expulsada en la cavidad uterina. Es lo que conocemos como menstruación.
Entender por qué, a nivel evolutivo, algunas especies han desarrollado la menstruación como estrategia reproductiva es útil para conocer mejor nuestra fisiología, sentar las bases para desmentir bulos sobre la menstruación y fomentar la investigación sobre patologías femeninas.
Federica Marinaro, Investigadora Postdoctoral en Reproducción Animal, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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