Mujeres en el sector servicios: un análisis de la brecha de género
Anna Pérez Quintana, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
Que las mujeres de las sociedades occidentales se han incorporado al mercado laboral de forma masiva en las últimas décadas es un hecho incuestionable. Otra cosa es que dicha incorporación sea un proceso completo y acabado dado que, a pesar de los avances conseguidos, persiste una situación de desigualdad y segregación.
La investigación sobre la situación de las mujeres en el mundo del trabajo ha evolucionado y se ha ampliado en dos sentidos: por un lado, se ha pasado del estudio del trabajo profesional y doméstico al estudio del mercado laboral, con lo cual se incluye la ocupación, la actividad y el paro.
Por otro lado, se ha dejado de tratar el trabajo de las mujeres aisladamente para pasar a estudiar las diferencias entre sexos. Así es como las investigaciones en este ámbito se han enfocado hacia el análisis de las consecuencias laborales de la negación de valor a las tareas domésticas y de cuidados, que tradicionalmente les han sido asignadas.
Sin embargo, los estudios realizados recientemente en este campo también se han dirigido hacia las nuevas formas de sexismo operativas en el mercado laboral, que se concretan en la brecha salarial de género para trabajos de valor equivalente, la segregación ocupacional, el techo de cristal y el suelo pegajoso, la presencia en la economía informal, la temporalidad, las políticas públicas para la conciliación laboral y familiar, el autoempleo o la feminización del paro que, adicionalmente, se completan con otras perspectivas sectoriales e interseccionales.
Mujeres y sector servicios
Desde un punto de vista sectorial hay que decir que los servicios constituyen el sector económico que genera más ocupación en España, y también es donde las mujeres tienen mayor presencia.
La terciarización de la economía se confirma al analizar los datos de la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística para el tercer trimestre del año 2019, según los cuales 15 de los casi 20 millones de personas ocupadas en España trabajan en el sector servicios (es decir, el 76 %). De estos 15 millones, las mujeres suponen el 53 % (8 millones), de manera que son mayoría en dicho sector. Por otra parte, al calcular cómo se reparte la ocupación femenina entre los 4 sectores económicos, se vuelve a constatar su abrumadora presencia en el sector terciario dado que emplea a 8 de los 9 millones de ocupadas en nuestro país, o lo que es lo mismo, 9 de cada 10 mujeres se dedican al sector terciario.
Un tercio de estas trabajadoras tienen entre 35 y 44 años, seguidas de las de mayor edad (entre 45 y 54 años). Las ramas de actividad en donde están más representadas son el comercio al por menor, la hostelería, la enfermería, la enseñanza, los servicios a las empresas, la administración pública, los servicios domésticos y los servicios personales. Esto dibuja un panorama de segregación ocupacional (la mayor parte de las mujeres trabajan en un menor porcentaje de ocupaciones, muy feminizadas y de evolución lenta). Además, dichas ocupaciones se caracterizan por requerir una gran disponibilidad de horario (por ejemplo, empleos de atención al público).
En cuanto al nivel formativo, vale la pena remarcar que el sector servicios muestra un mayor peso relativo de trabajadores cualificados que el sector industrial, y que las mujeres con estudios universitarios en España suponen el 60 % del total de titulados. Aunque ellas obtienen mejores resultados académicos, ellos disfrutan de una mejor inserción laboral.
Comparación de tres grandes empresas de servicios
A continuación se aportan algunos resultados de los indicadores de género calculados para tres grandes empresas de servicios (de más de 500 trabajadores y trabajadoras) ubicadas en Cataluña y que operan en diferentes ramas de actividad: la distribución comercial de alimentos, la enseñanza superior y la sanidad.
Las organizaciones estudiadas presentan una plantilla con más mujeres que hombres, aunque mientras que la comercial alimentaria y la de sanidad están claramente feminizadas, la empresa dedicada a la enseñanza superior se sitúa cercana a la igualdad de género (situación que se produce cuando las proporciones oscilan entre el 40 % y el 60 %, sean del sexo que sea).
Por otra parte, la comercializadora de alimentos genera mayoritariamente puestos de trabajo poco cualificados mientras que las otras dos ocupan a personas significativamente más formadas. Se comprueba que a menor cualificación profesional de la plantilla se produce una mayor discriminación por razón de sexo, tanto en lo que respecta a la segregación horizontal (brecha salarial, distinto salario ante puestos de trabajo idénticos) como a la vertical (techo de cristal, suelo pegajoso).
De esta manera, la empresa dedicada a la enseñanza superior es la que presenta mejores resultados en los indicadores de género, como por ejemplo el de la distribución de salarios entre hombres y mujeres en los diferentes tramos de ingresos (índice de distribución salarial), aunque los niveles superiores de las remuneraciones siguen siendo percibido mayoritariamente por hombres.
Finalmente, vale la pena destacar que las mujeres están sobrerrepresentadas en las categorías laborales inferiores –peor remuneradas– e infrarrepresentadas en el tramo superior de salarios, lo que es indicativo de la segregación vertical también presente en las grandes empresas analizadas.
Así pues, parece justificada la insistencia de los distintos colectivos de mujeres que desde la economía feminista reclaman cambios sociales, políticos y económicos que nos acerquen a la igualdad de género, también en el sector servicios. Todavía queda camino por recorrer.
Anna Pérez Quintana, Profesora agregada universidad. Área especialización: Economía, empresa y género. Directora Unitat d’Igualtat UVic-UCC, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original. / Imagen: Shutterstock
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