¿Está la guerra en Ucrania condenada a hacerse crónica?
Cuando está a punto de cumplirse un año desde que se inició la contienda, la guerra en Ucrania sigue sin tener un desenlace claro.
“Es difícil hacer predicciones; especialmente sobre el futuro”, decía Yogi Berra, beisbolista estadounidense de los New York Yankees. Valga el toque de humor para poner de relieve la dificultad inherente a cualquier ejercicio de prospectiva, que se acrecienta en un escenario internacional como el actual, lleno de variables.
De entre los asuntos dignos de atención en la escena internacional en 2023, la guerra de Ucrania está en el punto de mira. A punto de cumplirse un año desde el comienzo de la contienda, quedan aún muchos interrogantes sin respuestas: ¿Un conflicto enquistado minará el apoyo del bloque occidental a Ucrania? ¿Hay lugar para negociar un alto el fuego? ¿Qué papel va a jugar China?
Recién comenzado el invierno boreal, la situación táctica está estancada, con un frente estabilizado en el que no se registran cambios significativos desde que la ofensiva ucraniana en los sectores de Jersón y Jarkov acabó contenida por las fuerzas rusas.
Rusia ha retomado un esfuerzo ofensivo de alcance limitado en el sector del Donbás e intensifica sus acciones de fuego en profundidad con el uso de una diversidad de medios entre los que se cuentan drones, artillería convencional o misiles de teatro.
El valor simbólico de los misiles Patriot
Mientras, Ucrania se apresta a recibir de Norteamérica una primera batería de misiles Patriot que, sin ser la panacea que vaya a decidir la guerra en su favor, tiene un alto valor simbólico, amén de reforzar la capacidad de defensa aérea de Ucrania.
El rigor del invierno traerá, previsiblemente, una limitación a la capacidad de maniobra de los contendientes y un incremento en las acciones de fuego. Ambas partes aprovecharán para reorganizarse, mejorar sus posiciones, rearmarse y planear sus próximos pasos.
Es difícil pronosticar a quién favorecerá esta relativa pausa del tempo operacional; puede aventurarse que, a igualdad de condiciones y de mantenerse las circunstancias actuales, la imponente base económica e industrial de Occidente puede inclinar la balanza en favor de Ucrania, en contra de una Rusia cada vez más presionada y aislada.
Por otra parte, Rusia podría estar tratando de alargar el conflicto para introducir una brecha entre Ucrania y un bloque occidental que le apoya, pero en el que aparecen algunas fisuras, como ha quedado probado durante las negociaciones para acordar un tope al precio del gas ruso, y que podría ceder a la fatiga, ante el negativo impacto que la guerra está teniendo en sus economías. Tal vez Putin aprovecharía el invierno para preparar una nueva ofensiva sobre Kiev que le permitiera proclamar la victoria rusa en la guerra, aunque esta opción parece ahora mismo poco probable.
¿Una salida negociada?
Una visión optimista señala a una alineación hacia una salida negociada o, como mínimo, hacia un alto el fuego estable. La recuperación de la iniciativa en el campo de batalla, aunque tímida, le sirve a Rusia para reponerse del desprestigio de haberse visto en la tesitura de tener que ceder terreno ante el empuje de las armas ucranianas. Ucrania no parece que consiga penetrar más allá de las líneas alcanzadas en noviembre. Europa sufre las consecuencias económicas de la guerra; incluso el presidente Biden insta en privado a Zelenski a dar muestras de estar dispuesto a negociar directamente con Putin. Todo ello podría servir para acercar a las partes a una mesa de negociación, quizás a lo largo del invierno.
Un segundo foco de atención para 2023, relacionado con el anterior, se centra en el Indo-Pacífico. No puede decirse que la guerra se ajuste plenamente a la conveniencia de los intereses de Beijing, pero sí puede argumentarse que China es la potencia más beneficiada por el conflicto y las sanciones económicas: hace a Rusia más dependiente política y económicamente de ella. Desgasta militar y económicamente a Occidente, especialmente a Europa; permite a China obtener información de primera mano sobre capacidades militares convencionales occidentales y mantiene a la OTAN –y, por lo tanto, a Estados Unidos– pendiente y atada al conflicto.
En estas condiciones, durante 2023 convendría no perder de vista la situación en el Mar del Sur de China y, sobre todo, en el Estrecho de Taiwan y en la isla del mismo nombre, donde cabe esperar repuntes de la tensión con una China que ve cada vez más cerca el día en que Taipei vuelva bajo el control de la República Popular.
La necesidad de una acción internacional coordinada
La guerra de Ucrania se aproxima a su primer aniversario y su desenlace sigue sin verse claro. La posibilidad de que el conflicto se cronifique y siga vivo, más o menos enquistado por algunos años, es real y ambas partes se preparan para ello. La de una salida negociada se abre paso tímidamente. Para que se haga realidad, es preciso una acción internacional coordinada que ejerza su influencia sobre los contendientes, que proponga una solución aceptable a ambas partes y que no sirva para legitimar un recurso a la guerra de conquista que se creía superado. Esa es la magnitud del reto planteado a la comunidad internacional.
Salvador Sánchez Tapia, Profesor de Análisis de Conflictos y Seguridad Internacional, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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