Crónicas Clasemedieras: ‘Refugios en las alturas’ por Omar G. Villegas
Por Omar G. Villegas |
La mejor forma de gozar una ciudad tan caótica, atiborrada y vertiginosa como la Ciudad de México, o cualquier urbe en realidad, es desde arriba. A esa conclusión llegué este fin de semana durante un almuerzo con mis amigos en una tranquila terraza en el edificio donde vive uno de ellos atrás del portentoso Museo Nacional de Arte en el abrumador Centro Histórico.
Antes de desembarcar en nuestro refugio tuvimos que sortear mares de gente y establecimientos comerciales, filas para pedir comida y comprar vino, calles estrechas y transitadas, tramos de avenidas en reparación (en la Ciudad de México siempre hay tramos en reparación), ruido por todos lados: motores y cláxones de autos, gritos, vendedores ambulantes anunciando su mercancía. Todo el ajetreo citadino propio de la capital, y en particular del Centro.
Cuando nos acomodamos en unas sillas rodeadas de plantas y bajo una sombra que nos cubría del intenso sol de una tarde primavera, la tranquilidad nos embargó. Se silenció el ruido de afuera, el viento comenzó a soplar suave, pudimos comer y beber tranquilos. Sin bullicios. Más tarde pensé que para estar en calma usualmente los citadinos nos encerramos en casa o huimos a algún parque, cafecito oculto o una terraza o balcón donde mirar desde arriba el apocalipsis callejero.
En este caso se trataba de un espacio restringido porque era una casa. Sin embargo, prácticamente en cualquier terraza uno puede abstraerse del desastre. Famosísimos son, por ejemplo, los restaurantes con terraza en el Zócalo o en las propias calles del Centro. Desde ahí se ve a una distancia agradecible el ir y venir de miles y miles de personas y autos, bicis, motos, autobuses o demás vehículos que surcan las vías casi sin orden.
Aun cuando se trate de una fiesta ruidosa, en una terraza somos parte de un microcaos que en nada se compara con el de afuera. Quizá a eso se deba el éxito que suelen tener los cafés, restaurantes o espacios de recreación con terraza. De hecho son muy recurrentes las fiestas de terraza y azoteas en la Ciudad de México, particularmente en los días en que la lluvia, visitante constante durante el año, da una tregua.
Se me ocurre que las terrazas son tan ideales para conocer una ciudad que de ahí surge la idea de los turibuses que, justamente, permiten ver el espectáculo urbano desde una suerte de terraza móvil. Como el bus recorre los puntos más significativos de una ciudad, yo lo he tomado en distintas metrópolis del mundo como un método eficaz para descubrirlas de manera metódica y, a partir de ahí, ubicarme y yo emprender mis propias aventuras.
Las terrazas o los balcones son sitios a donde los chilangos nos desterramos cuando tratamos de encontrar un oasis que nos permita alejarnos, al menos un momento, del alboroto urbano que no tiene pausas ni moderación.
Omar G. Villegas | Twitter: @omargvillegas |
Omar G. Villegas (Ciudad de México, 1979). Periodista. Ha ejercido el periodismo cultural y de espectáculos en los diarios Reforma, El Universal, La Crónica de Hoy, El Día y, actualmente, en la cadena Tv Azteca, donde también es guionista. Ha colaborado en revistas como ¡Quién! y DEEP, y en el portal The Huffington Post. Ha publicado narrativa breve en su blog Memorias Consustanciales y ensayos en revistas electrónicas especializadas de México, España y Suramérica como Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es profesor de Periodismo en la Universidad Iberoamericana. Autor del libro de relatos breves “El jardín de los delirios” (Textofilia, 2012). Egresado de periodismo de la UNAM. Estudió la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca, España, con beca de la Fundación Carolina, y la maestría en Historia del Arte en la UNAM.
Foto: Terraza en la ciudad Shutterstock
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