Cuidar mucho empobrece y enferma (a las mujeres)
Las mujeres continúan siendo las principales responsables de la organización y la realización del cuidado de los hijos e hijas. La principal consecuencia es su empobrecimiento económico, social y emocional.
Las mujeres continúan siendo las principales responsables de la organización y la realización del cuidado. Los hombres, curiosamente, tienden a percibir más corresponsabilidad o reparto equitativo que las mujeres: sienten que hacen más en materia de cuidados de lo que las mujeres les atribuyen y también que las mujeres hacen menos de lo que se atribuyen a sí mismas.
Así lo ponen de manifiesto las conclusiones de una investigación sobre las necesidades de cuidados que tienen las familias con hijos e hijas de entre 0 y 16 años en la comarca de Osona –casi 160 000 habitantes–, en la Cataluña central.
La gran mayoría de personas con criaturas a su cargo, por otro lado, compatibiliza el cuidado con una jornada laboral completa. Dicho esto, las mujeres se encuentran de forma desproporcionada en situaciones de jornadas parciales, lo que tiende a convertirse en menos horas que las de los hombres en la misma situación.
Otras estrategias de conciliación utilizadas para garantizar la cobertura de necesidades de cuidados de niños y niñas son la modificación de horarios laborales, la reducción de la jornada laboral, los permisos puntuales, el teletrabajo y, en menor medida, la salida temporal o permanente del mercado laboral. Las mujeres, de nuevo, son quienes, con mucha diferencia, recurren más a ellas.
La feminización de las jornadas laborales parciales y de otras estrategias de conciliación da como resultado niveles inferiores de ingresos. Pero también prestaciones sociales como la del desempleo o de las pensiones de jubilación más pequeñas, y una menor capacidad de progresión profesional.
Por lo tanto, la dedicación intensiva al cuidado empobrece a las personas responsables y, sobre todo, a las mujeres. Este empobrecimiento, además, no es solo monetario. En la relación dinámica existente entre la esfera de cuidado no remunerado en los hogares y el mercado laboral, el estudio visibiliza el vínculo entre la pobreza de tiempo resultante de las altas cargas de cuidado, particularmente intensa en el caso de las mujeres, y un empobrecimiento económico también feminizado.
El ocio y el autocuidado se resienten
Sin embargo, no todo debería ser trabajar y cuidar. En relación con el tiempo personal, social y comunitario (de ocio, deporte y autocuidado, entre otros), las personas participantes en el estudio consideran que, desde que tienen criaturas a su cargo, el tiempo que pueden destinar a ese tipo de actividades se ha visto resentido de manera notable.
De nuevo, las mujeres son las que más perjudicadas se ven, tanto por el tiempo que han dejado de dedicar a sus hobbies, amistades y autocuidado como por el grado en que los echan de menos. Ello sugiere que, además del empobrecimiento económico y de tiempo previamente mencionados, la sobrecarga de cuidado que sufren las mujeres también tiene impactos negativos en su salud física y emocional.
Si bien las profundas desigualdades de género que atraviesa la actual organización social del cuidado son enormemente relevantes, la investigación apunta que la dedicación al cuidado y las tareas domésticas no es homogénea en el conjunto de familias ni mujeres.
Entre otros factores que explican las diferencias encontramos la edad de las criaturas –los hijos e hijas de 0 a 3 años son quienes precisan una implicación de cuidado mucho más alta–, la composición del hogar –los hogares monomarentales sufren comparativamente una carga muy alta de horas de cuidados–, el número de hijos e hijas –un mayor número comporta una mayor necesidad de dedicación al cuidado– y la presencia de necesidades especiales de apoyo y cuidado entre los y las menores.
Los perfiles femeninos, los más afectados
Estos factores contribuyen a la creación de una polarización social del cuidado, donde los perfiles que acumulan más dedicación y sobrecarga son las mujeres, los hogares monomarentales, los hogares con criaturas menores de tres años y/o los hogares con criaturas con necesidades especiales. Son también estos perfiles los que presentan más riesgo de pobreza económica, de tiempo y deterioro de la salud.
Parte de los resultados de la investigación pueden parecernos intuitivos. Sin embargo, resulta de enorme importancia generar evidencia mediante el uso de metodologías científicas para mapear de manera clara y rigurosa las necesidades sociales y, una vez identificadas, impulsar servicios y políticas públicas que se ajusten a las demandas de la población y den respuesta a las desigualdades existentes.
En esto, ni el cuidado ni la perspectiva de género son excepciones y la aplicación de la mirada feminista al impulso de conocimiento científico es fundamental para la consecución también de relaciones sociales más equitativas y justas.
Sandra Ezquerra Samper, Directora Cátedra UNESCO Mujeres, Desarrollo y Culturas UVic-UCC, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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