¡Cuidado! El desánimo es más contagioso que la gripe
Por Daniel Colombo |
“La miseria busca compañía” es una frase popular que alude a las personas que buscan juntarse entre ellas para compartir sus debilidades, en lugar de sus fortalezas. Si bien todos tenemos días en los que podemos sentirnos con desánimo, desesperanzados y con temores propios de épocas cambiantes, esta forma de expresión humana es altamente contaminante de nuestras emociones y, peor aún, el entorno en el que nos movemos.
La apatía, incomodidad, umbrales muy bajos de tolerancia y respeto, son apenas esbozos de los síntomas que suelen aparecer ante el desánimo.
Lo importante es saber que tener estos sentimientos es normal y forma parte de la condición humana. La búsqueda del equilibrio, plenitud y felicidad se compone de momentos, cuya sucesión presenta desafíos que, si sabemos encauzarlos, podremos atravesarlos apropiadamente. Mientras tanto, aparecen estas manifestaciones.
A diferencia del mal humor, que puede ser un rasgo de personalidad o del carácter, el desánimo es propio de todos los seres humanos: nadie está exento.
Ahora bien: una vez que se descartaron las cuestiones fisiológicas y psicológicas que pudiesen producirlo, es importante considerar que el desánimo permanente es síntoma de que algo no funciona bien en nuestra vida, y se hace imperioso analizar, descubrir y elaborar las causas que lo producen si se hace recurrente.
Si bien hay personas que viven en un continuo desánimo que puede volverse crónico, la gran mayoría cuenta con las herramientas apropiadas para traspasar esa barrera y encauzarse en un mayor equilibrio vital, que le devuelva la neutralidad y una experiencia plena y equilibrada en la vida.
El desánimo se produce por un estado individual o del entorno, donde se le entrega el poder a todo lo negativo que da vueltas por ahí: desde una baldosa floja en una vereda, hasta una persona que dijo algo que resuena mal. Hay, también, causas objetivas del desánimo: un diagnóstico con mal pronóstico, pérdidas de seres queridos, estafas, problemas laborales severos. Como vemos, la perspectiva no es la misma; aunque, puestos en el momento, todo adquiere la misma dimensión. Y no la tiene.
· El desánimo se contagia
Hay varios estudios que comprobaron que esta frecuencia vibratoria de los seres humanos es altamente perjudicial, no sólo para quien la lleva consigo, sino para el entorno. Algunas de sus motivaciones se volcaron, por ejemplo, en una experiencia desarrollada por el doctor Lewadowski, publicado en la revista “American Scientific”.
Algunas formas en que se produce este efecto contagio son:
1. Las relaciones tienen mayor densidad negativa
2. Bajan los umbrales de tolerancia
3. Se percibe continuamente una visión negativa de las cosas
4. Se ponen de relieve detalles menores con tal de tener excusas para la negatividad
5. Se exageran los defectos propios y ajenos
6. Las conversaciones se enturbian
7. Se radicalizan las posiciones sobre cualquier tema
8. Los intercambios amables y cordiales pasan a un segundo plano
9. Aparece la rispidez y la aridez en los vínculos.
10. Desaparece la asertividad: es prácticamente imposible encontrar escenarios superadores
11. La comunicación se transforma en flechas que pueden dañar a las personas
12. Los esquemas mentales y emocionales se complejizan tanto que alteran funciones fisiológicas, como el sueño, problemas gastrointestinales, taquicardia, fatiga extrema y cambio de hábitos alimenticios, entre otros.
Sucede en todos los ámbitos, desde los vínculos familiares hasta el trabajo; en la calle, en lo cotidiano y en los espacios comunes con otras personas.
Desde lo individual, es necesario descubrir que los estallidos de ansiedad, rabia, pesimismo, bronca e intolerancia, son momentos: no son permanentes, y, si sabemos canalizarlos convenientemente, pronto nos devolverán el equilibrio vital perdido.
· Algunas causas
Para aproximarnos a, apenas, algunos ejemplos, el desánimo suele aparecer cuando…
– … no se cumplen las expectativas que se tienen.
– … el enfado no funciona como alerta de que algo produce malestar, sino que se transforma en un comportamiento habitual.
– … se almacena rencor, culpa y resentimiento sobre cualquier situación, sobre todo del pasado, que no se ha elaborado oportunamente.
– … no se gestiona el diálogo con los demás en forma conveniente y oportuna.
– … se es poco flexible, y los paradigmas son tan fuertes que ‘el mundo’ es el que debe adaptarse.
– … cuando la frustración gana a la oportunidad de transformación.
– … cuando se niega la realidad, y no se hace nada para cambiarla.
· 10 pasos para superar el desánimo
1. Cuida tu actitud. Según como se mire, las cosas pueden ser positivas, negativas, o neutras. Lo neutral te permitirá observar en perspectiva, especialmente lo negativo, y funciona muy bien como un rescate de esos estados, para recobrar el equilibrio.
2. La actitud afecta a todos. El entorno nos define, por lo que influye mucho en nuestra forma de asumir los problemas del mundo.
3. Evita las personas complicadas: no las invites permanentemente a tu vida; no es necesario.
4. Tómate un recreo de negatividad: da un paseo, haz ejercicio, escucha música agradable, medita y bloquea momentáneamente tu tendencia a los pensamientos negativos.
5. Observa tus gestos y lenguaje de desánimo: fruncir el ceño, ladear la boca, decir palabras negativas la mayor parte del tiempo, son comportamientos que se pueden cambiar y entrenar. Partiendo del ejercicio consciente, cambia tu vocabulario, y cambiará tu percepción de las cosas.
6. Pon en perspectiva los problemas: obsérvalos como si estuvieras arriba y muy distante de ellos. Descubre qué sientes, que ves, que escuchas. Probablemente, te darás cuenta que no son tan graves como pensabas.
7. Haz ecología de la negatividad: el cambio “climático” en las relaciones las afecta directamente. Reconvierte climas densos y negativos, y llévalos a lo positivo, o, al menos, a lo neutral: es un excelente catalizador emocional.
8. No intentes cambiar a otros: apenas se puede con uno mismo.
9. Utiliza refuerzos positivos en todo momento, incluso ante tu desánimo: música agradable, palabras constructivas, escribe mensajes alentadores para tus compañeros de trabajo, coloca una planta en tu escritorio. No se trata de “disfrazar” lo que está presente, sino de elaborarlo convenientemente, para que no te afecte más allá de lo que merece la pena.
10. Descubre la emoción dominante: cuando estamos faltos de ánimo se tiende a generalizar. Esta propuesta invita a que analices profundamente qué es lo que produce el estado interno que tienes. El siguiente paso es que pongas en claro el “para qué” lo haces y de qué forma eso te sirve. Si no es pro-positivo, déjalo de lado y cambia.
11. No apoyes expresiones negativas: si no estás de acuerdo con el desánimo reinante, no tienes que plegarte a esa banda. Haz algo completamente diferente. Escucha empáticamente, puedes decir algo así: “Comprendo cómo te sientes; aunque no lo veo ni siento de la misma forma.” Sé claro y positivo en tus comunicaciones, siempre.
12. Restringe tu consumo de noticias negativas: te ahorrarás una buena dosis de cosas sobre las que no tienes, de momento, ningún control. Ten por seguro que te vas a enterar de todo lo que sea importante para ti.
13. Piensa antes de hablar: si lo que vas a decir no construye, no es verdadero ni bueno (al mejor estilo de los tres filtros de Sócrates), déjalo pasar. Lo mismo funciona cuando te quieran implicar en asuntos que no te competen. Simplemente, agradece, y sigue con lo tuyo.
14. Agradece todo lo bueno: esta técnica no falla. Pon palabras e intenciones de agradecimiento durante todo el día, especialmente cuando te sientes con desánimo. Busca hasta lo mínimo bueno que ya está presente en tu vida, y agradécelo en forma consciente. Practícalo durante 33 días seguidos, sin saltearte este periodo. Observa el resultado: realmente funciona, y lo mejor de todo: es una herramienta que se convierte en instintiva, es gratis y la llevarás contigo de por vida.
Daniel Colombo | www.danielcolombo.com | Tw @danielcolombopr | Ig: @daniel.colombo
Coach especializado en alta gerencia y profesionales; conferencista internacional; escritor y comunicador profesional
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