¿Cómo saber qué personas con hígado graso tienen mayor riesgo de padecer cáncer hepático?
Jenifer Trepiana Arin, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Maitane González Arceo, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Maria Puy Portillo, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Saioa Gómez Zorita, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
La enfermedad de hígado graso no alcohólico es una condición en la que se produce una acumulación excesiva de lípidos (grasa) en el hígado, en ausencia de un consumo significativo de alcohol y de otras afecciones como la hepatitis viral y las enfermedades autoinmunes.
Sin embargo, no está claro que la ingesta de alcohol moderada o en periodos anteriores no influya en su desarrollo. Debido a ello, se pretende eliminar el término “no alcohólico” de la terminología. El nuevo nombre sería “enfermedad hepática grasa asociada a la disfunción metabólica” o “enfermedad hepática metabólica”. Además, de este modo se hace referencia a los trastornos metabólicos que influyen en su desarrollo.
Esta enfermedad comienza con la resistencia a la insulina, pero existen otros factores de riesgo que pueden favorecer su aparición, como la obesidad, la hipertensión arterial y las alteraciones de la microbiota intestinal.
Todos estos factores se relacionan con el sedentarismo y un patrón de alimentación caracterizado por un consumo elevado de azúcares libres y grasa saturada. Debido al estilo de vida actual, su prevalencia está aumentando considerablemente, afectando del 14 al 30 % de la población. Además, perjudica no solo a personas adultas sino también a adolescentes y a niños.
En esta enfermedad se distinguen diferentes etapas. Comienza con la esteatosis simple, que se caracteriza únicamente por la acumulación de grasa en el hígado, sin ninguna otra complicación. La esteatosis puede evolucionar, principalmente como consecuencia del estrés oxidativo, a esteatohepatitis, etapa en la que además aparece inflamación.
Tanto el estrés oxidativo como la inflamación dañan las células hepáticas, lo que da lugar a la generación de tejido cicatricial que se conoce como fibrosis. Cuando la cantidad de tejido cicatricial es excesiva, se pierde la estructura habitual del hígado y su funcionalidad, lo que se conoce como cirrosis.
Finalmente, debido a los daños en el hígado, la enfermedad puede desencadenar en hepatocarcinoma (cáncer hepático). Cabe mencionar que el cáncer hepático también se pude desarrollar en pacientes que no presentan fibrosis.
¿Un mayor riesgo de cáncer hepático?
Recientemente se ha descrito que los pacientes que son diagnosticados de la enfermedad del hígado graso no alcohólico presentan una mayor incidencia de padecer cáncer, especialmente cáncer hepático. De hecho, esta incidencia es mayor si el paciente se encuentra en una etapa más avanzada de la enfermedad que si presenta esteatosis simple.
Cabe señalar que la probabilidad de desarrollar hepatocarcinoma es aún superior en pacientes que sufren diabetes junto con la enfermedad del hígado graso no alcohólico. Esto es debido a que las disfunciones metabólicas son un factor de riesgo en la enfermedad.
Se ha determinado que la incidencia de hepatocarcinoma asociada a dicha enfermedad ha aumentado en los últimos años, en particular en el sexo femenino, según un estudio llevado a cabo en la población suiza en los últimos veinte años. Por ello, es fundamental el diagnóstico precoz del hepatocarcinoma en pacientes que sufren esta enfermedad, con el objetivo de mejorar su pronóstico.
Diagnóstico no invasivo
Hasta el momento, la técnica por excelencia utilizada para el diagnóstico de este tipo de tumores ha sido la biopsia hepática, pero presenta la desventaja de ser un procedimiento invasivo. Por ello, el uso de métodos no invasivos como técnicas de imagen (ultrasonidos abdominales) y el análisis de biomarcadores, principalmente en sangre, son prometedores para el diagnóstico del hepatocarcinoma.
Sin embargo, el uso de estos biomarcadores es todavía muy limitado debido a que presentan una baja sensibilidad y especificidad. Por ello, se ha propuesto la combinación de estos biomarcadores junto con ultrasonidos abdominales para proporcionar un diagnóstico más robusto. Algunos de estos marcadores analizados en la sangre del paciente son la alfa-fetoproteína o la des-gamma-carboxi protrombina.
También son de suma importancia los biomarcadores genómicos en el diagnostico temprano del cáncer hepático. A pesar de que la fase inicial de esta enfermedad hepática (esteatosis) se considera benigna, reversible y asintomática, estudios en animales muestran que en el hígado algunos oncogenes (genes promotores o favorecedores de tumores) se encuentran activados, y que algunos genes supresores de tumores, como Tp53 (proteína tumoral 53) y Sirt1 (sirtuina 1), se encuentran inhibidos en estas fases tempranas de la enfermedad. Esto podría suponer un inicio premaligno de la misma.
Hay que señalar, que en los últimos años ha cobrado especial relevancia la microbiota humana como biomarcador de diagnóstico no invasivo del hepatocarcinoma. Fundamentalmente, se ha estudiado la microbiota intestinal y oral, debido a que los pacientes con esta enfermedad presentan variaciones en las poblaciones de bacterias presentes en el tracto digestivo comparado con las de personas sanas, o incluso con pacientes que se encuentran en la fase de cirrosis.
Muchos de estos marcadores se encuentran elevados incluso antes de que la enfermedad pueda ser diagnosticada por otros métodos. Por tanto, el diagnóstico temprano, antes incluso del inicio del cáncer, resulta esencial para poder iniciar cuanto antes el tratamiento y que así el pronóstico sea más favorable.
En resumen, es importante recalcar que ya en etapas muy tempranas y aparentemente benignas de la enfermedad, pueden darse indicios de desarrollo de hepatocarcinoma. Sin embargo, todavía falta mucha investigación al respecto.
Jenifer Trepiana Arin, Investigadora del grupo Nutrición y Obesidad de la Universidad del País Vasco y del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn) y del Instituto de Investigación Sanitaria Bioaraba, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Maitane González Arceo, , Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Maria Puy Portillo, Catedrática de Nutrición. Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBERobn), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Saioa Gómez Zorita, Profesora en la Universidad del País Vasco. Investigadora del grupo Nutrición y Obesidad del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn) y del Instituto de Investigación Sanitaria Bioaraba, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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