Cáncer de tiroides: ¿se ha disparado su incidencia o le hacemos demasiado caso?
Según los datos, la incidencia de esta enfermedad se habría triplicado en las últimas décadas, pero quizá solo tenga que ver con el avance en las técnicas diagnóstico.
Junio de 1922. Ante la grave situación sanitaria, el rey español Alfonso XIII recorre Las Hurdes (Extremadura) junto al médico y escritor Gregorio Marañón. Situada en el norte de la provincia de Cáceres, esta comarca fue escenario once años más tarde del famoso documental Las Hurdes (Tierra sin pan), dirigido por Luis Buñuel. Una tierra inundada de pobreza y enfermedad.
Aquellas imágenes muestran uno de los mayores problemas sanitarios de la época: el bocio y el cretinismo endémico. Y la causa de ambos está íntimamente relacionada con el funcionamiento de nuestra glándula tiroidea.
El bocio no es más que un aumento del tamaño de dicha glándula, que ante la falta extrema de yodo (un elemento esencial para fabricar las hormonas tiroideas) intenta compensar la carencia aumentando su tamaño. Este déficit, en su estado más grave, da lugar al cretinismo, que se caracteriza por alteraciones en el desarrollo y una significativa deficiencia intelectual.
De Las Hurdes de Buñuel a nuestros tiempos
La falta de yodo no fue ni es la única causa de hipotiroidismo, como se llama a la falta de hormonas tiroideas en nuestro organismo, que sigue siendo una de las patologías endocrinas más frecuente también en nuestros tiempos.
Aunque afortunadamente, aquellas imágenes de Buñuel ya quedaron atrás: las herramientas disponibles hoy en día, en lo que se refiere a prevención, diagnóstico y tratamiento, lo han convertido en una cuestión mucho más controlada y manejable.
Si hay un problema de salud que nos preocupa a todos es el cáncer, cuyo origen también puede estar en la glándula tiroidea. Muchos medios de comunicación llevan años alertando del aumento en el número de personas que lo sufren.
De hecho, el cáncer de tiroides es la modalidad de tumor endocrino más común en todo el mundo, y el número de personas diagnosticadas se ha triplicado en las últimas décadas. El motivo de este aumento tan significativo sigue siendo discutido entre la comunidad científica.
A pesar de que no hay una respuesta unánime, parece que los avances tecnológicos y el mayor acceso a diferentes métodos de diagnóstico pueden estar detrás de estos números. Esto puede traducirse en que estamos sufriendo un fenómeno de “sobrediagnóstico”: la detección de casos que, de no haber sido identificados, no habrían generado síntomas o afectado negativamente a la vida del paciente. Es decir, diagnósticos que, de no haberse producido, nos hubieran permitido vivir igual, pero mucho más tranquilos en nuestra ignorancia.
¿Por qué detectamos más casos?
Sencillamente porque existen herramientas cada vez más accesibles y más sensibles, como la ecografía tiroidea y las biopsias realizadas mediante punción-aspiración con aguja fina. Estas técnicas permiten detectar tumores en fases muy iniciales que de otro modo probablemente habrían pasado desapercibidos sin causar ningún síntoma.
Existen diferentes tipos de cáncer de tiroides: desde los más comunes e inofensivos hasta los más raros y agresivos. De hecho, el incremento de casos observado en las ultimas décadas se corresponde casi exclusivamente con un subtipo concreto. Hablamos del cáncer de tipo papilar, que es la modalidad que con más frecuencia se encuentra en su forma subclínica, es decir, antes de producir ningún síntoma.
Un dato más que apoya la teoría del sobrediagnóstico es que el número de muertes por cáncer de tiroides, lejos de aumentar, se ha estabilizado, e incluso reducido, en los últimos años.
¿Son las mujeres más propensas a desarrollar cáncer de tiroides?
Los números son claros: el diagnóstico de cáncer de tiroides es entre 3 y 4 veces superior en mujeres que en hombres. Tradicionalmente se ha pensado que algunos factores hormonales podrían estar detrás de esta diferencia, pero no existen datos suficientemente sólidos que corroboren la hipótesis.
Incluso algunos de los últimos estudios parecen indicar que esta observación es un tanto simplista. El hallazgo casual de tumores de tiroides en autopsias realizadas a personas fallecidas por otras causas es relativamente común. Y el porcentaje de cadáveres en los que se producen estos hallazgos sigue siendo más o menos constante a lo largo del tiempo, sin ninguna diferencia entre sexos.
Se cree, sencillamente, que las mujeres son diagnosticadas con más frecuencia debido a la diferente vigilancia médica a la que son sometidas y al desigual uso de la atención sanitaria por parte de ambos sexos. Una cuestión que parece más sociológica que fisiológica.
¿Qué peso tienen los factores ambientales?
A pesar de que aún solo son especulaciones, existe la sospecha de que no todo es culpa del sobrediagnóstico. Algunos datos apuntan a factores como la obesidad, una condición estrechamente ligada al cáncer de tiroides. Sin embargo, aún no queda claro si también está detrás del incremento de casos en las últimas décadas.
También es objeto de estudio la influencia de los disruptores endocrinos, sustancias químicas capaces de interferir en el funcionamiento normal de nuestras hormonas, en este caso, de las hormonas tiroideas.
Este tipo de compuestos han sido descritos en innumerables elementos de nuestro entorno, como pesticidas, disolventes industriales, plásticos, medicamentos e incluso alimentos. La lista de sustancias clasificadas como disruptores endocrinos cambia constantemente. Algunas de ellas han sido identificadas recientemente y apenas se conocen datos sobre sus niveles de seguridad o efectos a largo plazo.
Además, se sabe que en muchos casos es la mezcla de algunos de estos compuestos la que puede resultar perjudicial, dificultando aún más la obtención de conclusiones sólidas al respecto.
Como vemos, son muchas las cuestiones a las que la comunidad científica aún trata de dar una respuesta. Mientras tanto, hay medidas con sobrada evidencia científica que nos pueden ayudar a mantener nuestra glándula tiroidea en perfectas condiciones.
Mantener una alimentación equilibrada y un estilo de vida sano, alejado de la obesidad y el sendentarismo, es sin duda la mejor fórmula que tenemos a nuestro alcance para prevenir patologías como el cáncer de tiroides.
Carmen Grijota Martínez, Profesora e investigadora del Departamento de Biología Celular en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid y el Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols (CSIC), Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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