A veces no hacer nada es lo mejor que puedes hacer
Por Daniel Colombo | Una aclaración para empezar: este artículo no habla de la holgazanería o la mediocridad de aquellos que se viven quejando y no ponen acción en su vida. Todo lo contrario: está dirigido a quienes viven generando resultados y moviéndose por la vida, creando nuevas experiencias.
A veces no hacer nada es lo mejor que puedes hacer. En tiempos frenéticos donde los procesos se aceleran o ralentizan al límite, el no esfuerzo es lo más conducente.
La vida tiene un ritmo natural, e intentar detenerlo o desviarlo a veces es inútil. En este proceso, se pierde mucha energía, entusiasmo y dedicación que bien podría ponerse en otras cosas.
La práctica de la no intervención en el curso de las cosas es un desafío para aquellos seres inquietos. La cultura, las ciudades y el diseño de las experiencias conforman un entramado social que empuja hacia el movimiento.
Entonces, es posible que se fuerce la llegada de cierto estado de caos, confusión, desorden de cualquier tipo, y a tomar decisiones forzadas.
¿Qué pasaría si aplicamos el principio de no intervención, y dejamos que las cosas se calmen?
· Acción/reacción, y la opción de no intervención
El principio de acción/reacción es conocido por todos: a cualquier hecho, circunstancia, opinión o estímulo, le oponemos otro, el de la reacción, generado desde las emociones, que son el gran motor a partir del que nos movilizamos. Desde allí se quiere obtener un resultado que vaya lo más en concordancia posible con lo que se anhela o se piensa.
Sin embargo, quizás hayas tenido la experiencia práctica de la no intervención. Se trata de una elección consciente de no seguir forzando determinado curso de las cosas, o resultado de lo que te gustaría obtener, para dejar fluir el devenir natural de los acontecimientos.
Este estado de fluir no tiene que ver con quedarse estancado, e incluso, poder retomar la marcha; sino que te coloca en un estado de observación neutral, no forzado, sencillo y de humilde expectación ante las cosas. La clave es en tranquilizar las emociones y la mente, para no convertirlas en un motor en piloto automático -como suelen vivir la mayor parte del tiempo-.
Un ejemplo cotidiano: tienes un pequeño tropiezo en la calle, te tuerces un poco el tobillo; se te hincha, y el médico indica dos días de reposo, hielo y… esperar. Ya sabes lo que sucedería si, así y todo, vuelves a la acción cotidiana. Entonces, eliges seguir aquella recomendación, serenarte y aprovechar ese tiempo para estar contigo. Descansar, leer, evitar movimientos fuertes. Eso es la no intervención.
5 preguntas y respuestas para conocer más y practicar
1. ¿No intervenir significa dejar de lado el timón de la vida?
– Para nada: la inacción momentánea es otra forma de actuar. En la acción/reacción cotidiana hay a veces un gran esfuerzo de tu parte “para hacer que las cosas sucedan”. En este caso, la propuesta es menos agresiva; te desapegas del afán de querer controlar las cosas y aprendes sobre la paciencia y la confianza en que lo que es para ti, llegará a su tiempo.
2. ¿La no intervención tiene que ver con un principio filosófico mayor?
– Sí. Hay una frase del Tao que dice: “Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que puedo ser. Cuando dejo ir lo que tengo, atraigo lo que necesito”. Esta postura ante las cosas de la vida incluye una gran dosis de sabiduría interior, ya que permite que el curso de las cosas siga en forma natural, y no forzada.
3. En concreto, ¿qué es lo que estoy “haciendo” cuando “no estoy haciendo”?
– El estado de no intervención te coloca en una posición de entendimiento pleno. Tu intervención no es necesaria en términos de tomar una acción concreta, o influir en el resultado a través de tu hacer. Lo único que necesitas es seguir siendo tu; silenciarte, tranquilizarte, confiar y proyectar el mejor estado interno que contribuya al proceso en marcha. La depresión y tristeza -por el pasado de esa situación-, y la ansiedad -por el futuro-, dejarán lugar a una mayor paz interior.
4. ¿Puede ser que me sienta incómodo al incorporarlo a la vida cotidiana?
– Sí, es incómodo durante un tiempo, ya que toda la vida quizás te has pasado resolviendo cosas y queriendo que salgan a tu manera. Esa manera poco confortable de vivir se traduce en mayor tensión, obnubila tu pensamiento crítico, no permite que analices las mejores alternativas y te vuelves un poco hostil contigo y con los demás. Puedes sentirte raro. Lo mejor es silenciarte, serenarte y entregarte al proceso, colocando tus pensamientos y la energía de la no intervención a favor del proceso natural, sea lo que traiga el resultado de las situaciones.
5. ¿Cómo puedo atravesar mejor el momento de no intervención?
– Relejarte de todas las formas posibles; meditar; hacer yoga; caminar en la naturaleza; observar las nubes; quedarte en silencio en varios momentos del día; dejar que tus pensamientos controladores sigan su camino y evitar detenerte en ellos (“engancharte en el teatro de la mente”), son herramientas esenciales del proceso. En la práctica continuada, aprenderás a serenarte, a confiar, a tener compasión hacia ti y hacia todos los involucrados en el curso de las cosas, y a dar la bienvenida a lo que ocurra con mejor disposición.
En definitiva, es incorporar la actitud de no intervenir permanentemente en todas y cada una de las cosas, sin que esto signifique abandonarte a tu suerte o dejar pasar las oportunidades. Más bien es estar mejor preparado interiormente y tener mayor lucidez para escoger aquella experiencia que es producto del devenir natural de la vida.
Cuando alcanzas este estado interno, verás, vivirás y sentirás la experiencia de que todo fluye a su tiempo; que no se nos da nada que no podamos manejar, y que todo ocurre por algún motivo mayor al que podamos entender con la mente.
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